“El ejercicio de la hipocresía o de la mala fe no siempre es una profesión lúcida y descarada; suele presentarse, por el contrario, en personajes que cultivan con esmero sus almas, se detienen para observarlas, se autocensuran, se corrigen, quitan el polvo, dejan el huevito de cristal perfectamente limpio y prosiguen la marcha convencidos de que el mundo interior es un abismo.”