“Para que algo quede escrito no hace falta solamente el deseo puesto en juego a través de la mano que escribe el texto, también hace falta un papel o equivalente (cualquier sustancia material) en el que el trazo pueda quedar registrado.Mientras escribimos, por lo general nos olvidamos del papel, atentos sólo a las palabras que queremos dejar allí; pero forzosamente pasamos a tenerlo en cuenta cuando alguna de las características materiales del papel dificulta que las letras queden escritas con claridad.Todo bebé nace inmerso en un baño de lenguaje. Esta cacofonía significante -insignificante para el bebé en sus primeros tiempos en cuanto a su sentido- le llega filtrada por el Otro real, encarnado en la persona que ejerce la función materna, quien va escribiendo las primeras letras en su cuerpo, desde cada acto cotidiano con el que posibilita el curso de su vida de bebé. Block maravilloso mediante, de una u otra manera, el archivo queda registrado en el sistema nervioso central.Sobre los bebés que nacen normales, los padres normales escriben sin siquiera darse cuenta. Una madre puede no recordar en qué momento su bebé dijo ajó por primera vez, o sostuvo la cabeza, o se sentó, o agarró un sonajero, o se paró solo agarrado a los barrotes de la cuna, puede ni siquiera saber si pasó o no pasó por la angustia d elos ocho meses, pero si su bebé pudo pasar por cada uno de semejantes avatares fue porque ella, sin saberlo, sabía qué tipo de sosten o de objeto, distintos cada día, requería la crianza de su hijo.(...) A veces nos encontramos con padres acerca de los cuales todo nos hace suponer que de haberles nacido un bebito orgánicamente normal, éste se habría convertido en un niño neurótico cualquiera, sin mayores complicaciones que su propia singularidad; pero les tocó un hijo que, al ser portador de una falla detectable, hirió su narcisismo de tal forma que no resultó posible que el pequeño bebé recibiera la serie de inscripciones que previsamente le estaba destinada.Otras veces, lo que toca es un hijo sin ninguna falla detectable en lo inmediato, pero cuya dotación biológica no ofrece las respuestas que normalmente realimentan el llamado del Otro, provocando una serie de desencuentros entre madre e hijo que sólo se advierte mucho más tarde, cuando las producciones del niño no alcanzan las esperables a su edad o lo hacen de manera muy extraña.”