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Juan Benet

Juan Benet Goitia, nace en Madrid, el último de los tres hijos del matrimonio del abogado Tomás Benet Jordana y Teresa Goitia Ajuria. Su padre murió fusilado en la zona republicana al comienzo de la guerra civil, en 1936, después de lo cual su madre se fue con sus hijos a San Sebastián, donde tenía familiares, hasta que en 1939 regresó a la capital.

En San Sebastián, Benet ingresa en un colegio católico y en Madrid continúa sus estudios en el de Nuestra Señora del Pilar, donde termina el bachillerato en 1944. Cuatro años más tarde, ingresa en la Escuela Superior de Caminos, Canales y Puertos.

En 1946 comienza frecuentar la tertulia de Pío Baroja, uno de los pocos escritores españoles de que gustaba, y al que dedicó unas páginas en Otoño en Madrid hacia 1950. Ese mismo año descubre, por influjo de su primo Carmelo Chueca Goitia, residente en Inglaterra, a William Faulkner, quien, según reconoció más tarde, fue el que le determinó a escribir. En sus años universitarios se convierte en asiduo de los cafés Gambrinus y Gijón, donde conocerá a quien será gran amigo, Luis Martín Santos, entre otros autores de la época.

Hace el servicio militar en 1951 en Toledo, donde comenzó a estudiar inglés en profundidad.

En 1953 realiza prácticas de ingeniería en Finlandia y publica, en la Revista Española, su primera obra de teatro, Max, en donde se comienza a ver un estilo literario singular alejado de las corrientes más activas de la literatura española de la época. Al año siguiente termina la carrera de ingeniería y en 1955 se casa con Nuria Jordana.

Tras realizar algunas obras en Suecia, se traslada a Ponferrada (León), donde trabajará en los canales de Quereño y Cornatel (1956-1959) y nacerá su hijo Ramón. En 1959 se traslada a Oviedo, donde trabaja, hasta 1961, como ingeniero en la doble vía de Lugo de Llanera a Villabona y donde nace Nicolás.

Es, como relatará más tarde, para entretener las largas noches de soledad en los parajes en los que dirige las obras de construcción de pantanos y otras, por lo que se pone a escribir: en 1961 se auto-publica Nunca llegarás a nada, su primer libro de relatos.

En 1966 regresa definitivamente a Madrid, integrándose en la plantilla del entonces Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo.

A finales de 1967 publica en la editorial Destino Volverás a Región, quizá su mayor obra. Esta obra supone la fundación de su propio terreno literario, Región. En 1969 obtiene el Premio Biblioteca Breve con Una meditación, que escribió creando un artilugio, mediante un rollo de papel continuo que le impedía volver sobre lo escrito para seguir escribiendo.

Entre 1970 y 1973 su actividad editorial se multiplica. Publica las novelas Un viaje de invierno y La otra casa de Mazón y los libros de relatos Sub rosa y 5 Narraciones y 2 fábulas.


“... Y el pequeño tocador donde ya no queda sino un solo frasco que no sostiene sino polvo endurecido sobre una sustancia seca y transparente como resina mineralizada en la que quedó encerrada y conservada una mariposa nocturna para materializar y preservar la imagen del revolotear sin causa.”
Juan Benet
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“Qué trágica tradición la de esa clase de familias que sólo aspiran a un presunto bienestar, que no estimulan otro deseo que el de la avaricia y que no infunden otro reconocimiento que el de la deuda; que no vacilan en coartar la libertad de los hijos, infundiéndoles desde niños el sentido de una responsabilidad estéril. Qué negros contrasentidos, qué falta de generosidad la de tantas gentes que pasan por este mundo no para gozar sus bienes sino para correr en pos de un engaño atroz y para llegar al término de su aliento sin haber conocido un momento de reposo y deleite..., vicisitudes de la miseria, ay, arcanos de la voluntad.¿Me decía usted algo?”
Juan Benet
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“Creo que la vida del hombre está marcada por tres edades: la primera es la edad del impulso, en la que todo lo que nos mueve y nos importa no necesita justificación, antes bien nos sentimos atraídos hacia todo aquello -una mujer, una profesión, un lugar donde vivir- gracias a una intuición impulsiva que nunca compara; todo es tan obvio que vale por sí mismo y lo único que cuenta es la capacidad para alcanzarlo. En la segunda edad aquello que elegimos en la primera, normalmente se ha gastado, ya no vale por sí mismo y necesita una justificación que el hombre razonable concede gustoso, con ayuda de su razón, claro está; es la madurez, es el momento en que, para salir airoso de las comparaciones y de las contradictorias posibilidades que le ofrece todo lo que contempla, el hombre lleva a cabo ese esfuerzo intelectual gracias al cual una trayectoria elegida por el instinto es justificada a posteriori por la reflexión. En la tercera edad no sólo se han gastado e invalidado los móviles que eligió en la primera sino también las razones con que se apuntaló su conducta en la segunda. Es la enajenación, el repudio de todo lo que ha sido su vida para la cual ya no encuentra motivación ni disculpa. Para poder vivir tranquilo hay que negarse a entrar en esa tercera etapa; por muy forzado que parezca, debe hacer un esfuerzo con su voluntad para permanecer en la segunda; porque otra cosa es la deriva.”
Juan Benet
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