“Ni los dioses ni los diablos han condenado a Colombia a pena de violencia perpetua. La violencia tiene causas terrestres, y no es una fatalidad del destino. Yo amo a ese país, y soy uno de los muchos que queremos dar fe de la solidaridad que merece ese pueblo y su contagiosa capacidad de belleza y alegría. Ojalá podamos ayudar a que los colombianos rompan esas jaulas de la violencia, nacida de la injusticia social, la impunidad y el miedo, y a pleno pulmón respiren los vientos de libertad que con tanto sacrificio han ganado.Vuela mi siempre abrazo, desde Montevideo, abril del año 2013”