“La voluntad sin freno de apresar sobre estos labios vivos todo el sentido de este mundo inhumano y dormido, como un silencio encerrado en su boca.”

Albert Camus

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“Él mordió sus labios y durante segundos, boca contra boca, aspiró esa tibieza que le traspasaba como si estrechara el mundo entre sus brazos. Mientras tanto ella se agarraba a él, como ahogada, surgía por impulsos de este gran agujero profundo en el que estaba arrojada, rechazaba entonces sus labios que atraía después, volviendo a caer entonces en las aguas negras y heladas que la quemaban como un pueblo de dioses.”


“Creo que dormí porque me desperté con las estrellas sobre el rostro. Los ruidos del campo subían hasta mí. Olores a noche, a tierra y a sal me refrescaban las sienes. La maravillosa paz de este verano adormecido penetraba en mí como una marea. En ese momento y en el límite de la noche aullaron las sirenas. Anunciaban partidas hacia un mundo que ahora me era para siempre indiferente.”


“Pienso en los labios que he besado, en el niño que fui, en la locura de vida y de ambición que me arrastra en ciertos momentos. Soy todo al mismo tiempo. Estoy seguro de que hay momentos en que no me reconocería usted. Extremado en la desgracia, desmedido en la felicidad, no sé como decirlo.”


“Créeme, no hay gran dolor, grandes arrepentimientos, grandes recuerdos. Todo se olvida, incluso los grandes amores. Esto es lo que existe a la vez triste y exaltador en la vida. Hay solo cierta manera de ver las cosas, que surge de vez en cuando. Por esto es bueno a pesar de todo haber tenido un gran amor, una pasión desgraciada en su vida. Esto constituye por lo menos una coartada para las desesperaciones sin razón que nos agobian.”


“Entre mi colchoneta y la tabla de la cama, había encontrado, en efecto, un viejo pedazo de periódico casi pegado a la tela, amarillento y transparente. Relataba un suceso cuyo comienzo faltaba, pero que debía haber acontecido en Checoslovaquia. Un hombre había salido de una aldea checa para hacer fortuna. Al cabo de veinticinco años, había regresado, rico, con una mujer y un niño. Su madre regentaba un hotel con su hermana en la aldea natal. Para darles una sorpresa, dejó a su mujer y a su hijo en otro alojamiento y fue al hotel de su madre, que no lo reconoció cuando entró. Por broma, tomó una habitación. Había dejado ver su dinero. Durante la noche, su madre y su hermana lo asesinaron a martillazos para robarle y arrojaron su cuerpo al río. Por la mañana vino la mujer y reveló sin darse cuenta la identidad del viajero. La madre se ahorcó. La hermana se arrojó a un pozo. Debí de leer esta historia miles de veces. Por una parte, era inverosímil. Por otra, era natural. Me parecía, de todos modos, que el viajero lo había merecido un poco y que nunca se debe jugar.”


“Pregunta: ¿qué hacer para no perder el tiempo?Respuesta: sentirlo en toda su lentitud. Medios: pasarse los días en la antesala de un dentista en una silla inconfortable; vivir el domingo en el balcón, por la tarde; oír conferencias en una lengua que no se conoce; escoger los itinerarios del tren más largos y menos cómodos y viajar de pie, naturalmente; hacer la cola en las taquillas de los espectáculos, sin perder su puesto, etc., etc...”