“El mundo no está en manos de los hombres, sino en las manos de Dios, pero pertenece al diablo hasta que Dios se decide a recobrarlo”
“Las manos de los hombres no saben usar máscaras. Los hombres ponen duras las facciones hasta para sentirse guapos, pero las manos siempre los delatan. Cuando unas manos de hombre no te dicen nada, lo más probable es que el fulano sea un pendejito sin carácter.”
“Buckley descree de Dios, pero quiere demostrar al Dios no existente que los hombres mortales son capaces de concebir un mundo.”
“Es una especie de misterio, pero hay que intentear entenderlo, sirviéndose de la fantasía, y olvidar lo que se sabe de modo que la imaginación pueda vagabundear en libertad, corriendo lejos por el interios de las cosas hasta ver que el alma no es siempre diamante sino a veces velo de seda-esto puedo entenderlo-imagínate un velo de seda trasparente, cualquier cosa podría rasgarlo, incluso una mirada, y piensa en la mano que lo coge- una mano de mujer- sí- se mueve lentamente y lo aprieta entre los dedos, pero apretarlo es ya demasiado, lo levanta como si no fuera una mano, sino un golpe de viento, y lo encierra entre los dedos como si no fueran dedos sino...- como si no fueran dedos sino pensamientos. Así es. Esta habitación es esa mano, y mi hija es un velo de seda [...]- Edel, ¿hay algún modo de conseguir hombres que no hagan daño?Eso debe habérselo preguntado Dios también, en su momento.- No lo sé, pero lo intentaré”
“En el mismo comienzo del Génesis está escrito que Dios creó al hombre para confiarle el dominio sobre los pájaros, los peces y los animales. Claro que el Génesis fue escrito por un hombre y no por un caballo. No hay seguridad alguna de que Dios haya confiado efectivamente al hombre el dominio de otros seres. Más bien parece que el hombre inventó a Dios para convertir en sagrado el dominio sobre la vaca y el caballo, que había usurpado.”
“La Madre de Dios tenía siempre el dedo índice levantado cuando yo me sentaba delante, en el banco de los niños. Pero la expresión de su rostro era amable, y yo no le tenía miedo. Todo el tiempo llevaba el mismo vestido largo azul claro y tenía unos labios rojos muy bonitos. Y un día que el cura dijo que los lápices de labios se hacen con sangre de pulga y de otros bichos repugnantes, me pregunté por qué la Madre de Dios que había en el altar lateral se pintaría los labios. También se lo pregunté al cura, que me golpeó las manos con su regla hasta ponérmelas rojas y me mandó en seguida a casa. Estuve varios días sin poder mover los dedos.”