“Entonces le dijo la profetisa al brujo: «Este consejo te doy: ponte botas de yerro, toma en la mano un bastón de yerro. Ve con tus botas de yerro hasta el fin del mundo y por el camino agita el bastón y riega todo con lágrimas. Ve a través de la agua y el fuego, no te detengas ni mires a tu alredor. Y cuando las almadreñas se te desgasten, cuando el bastón de yerro se deshaga, cuando el viento y el calor te sequen los ojos de tal forma que de ellos ni una lágrima acierte a escapar, entonces, en el fin del mundo, hallarás lo que buscas y lo que amas. Pudiera ser». Y el brujo cruzó la agua y el fuego, sin mirar a su alredor. Pero no se puso botas de yerro ni tomó bastón. Sólo llevó su espada de brujo. No escuchó las palabras de la profetisa. Y bien que hizo, porque era una mala profetisa.”

Andrzej Sapkowski

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“El romance hablaba de cierto brujo y cierta poetisa. De cómo el brujo y la poetisa se conocieron a la orilla del mar, entre los chillidos de las gaviotas; cómo se enamoraron desde el primer momento. De cuán hermoso y fuerte era su amor. De que nada, ni siquiera la muerte, sería capaz de destruir aquel amor ni de separarlos. Jaskier sabía que pocas personas creerían la historia que contaba el romance, pero no se preocupó por ello. Sabía que los romances no se escriben para que se crea en ellos, sino para emocionar. Algunos años después, Jaskier podría haber cambiado el contenido del romance, haber escrito sobre lo que sucedió en realidad. No lo hizo. La verdadera historia no hubiera emocionado a nadie. ¿Quién querría escuchar que el brujo y Ojazos se separaron y no se volvieron a ver nunca más, ni una sola vez? ¿Que cuatro años más tarde Ojazos murió de viruela durante una epidemia que asoló Wyzima? ¿Que él, Jaskier, la sacó en sus brazos de entre los cadáveres quemados en las hogueras y la enterró lejos de la ciudad, en el bosque, sola y tranquila, y junto con ella, tal y como había pedido, dos cosas: su laúd y su perla celeste? Una perla de la que nunca se separó.”


“-Puedo darte todo lo que desees -dijo el hada-. Riqueza, poder y cetro, fama, una vida larga y feliz. Elige.-No quiero riqueza ni fama, poder ni cetros -respondió la bruja-. Quiero un caballo que sea negro y tan imposible de alcanzar como el viento de la noche. Quiero una espada que sea luminosa y afilada como los rayos de la luna. Quiero atravesar el mundo en la oscura noche con mi caballo negro, quiero quebrar las fuerzas del Mal y de la Oscuridad con mi espada de luz. Eso es lo que quiero.-Te daré un caballo que sea más negro que la noche y más ligero que el viento de la noche -le prometió el hada-. Te daré una espada que será más luminosa y afilada que los rayos de la luna. Pero no es poco lo que pides, bruja, habrás de pagármelo muy caro.-¿Con qué? En verdad nada tengo.-Con tu sangre.”


“Muchos de entre los que viven merecen morir y algunos de los que mueren merecen la vida. ¿Puedes devolver la vida? Entonces no te apresures a dispensar la muerte, pues ni el más sabio conoce el fin de todos los caminos.”


“Los detectives eran como el vino, pensó Cayetano, como el vino, el ron, el tequila o la cerveza, hijos de la tierra y su clima, y quien lo olvidaba terminaba cosechando fracasos. ¿Podía alguien imaginarse a Philip Marlowe frente a la catedral de La Habana? Lo achicharraría el sol de las dos de la tarde, y lo despojarían hasta del sombrero y el impermeable sin que ni siquiera lo notara. ¿O a Miss Marple caminando con su paso lento y distinguido, de dama ya mayor, por el centro de Lima? Se intoxicaría con el primer cebiche que probara, los siniestros taxistas limeños la desviarían del aeropuerto a una casucha, donde la estarían esperando un par de facinerosos. No encontrarían ni su placa de bien montados dientes falsos. ¿Y qué decir del amanerado Hercules Poirot cruzando el mercado Cardonal de Valparaíso con el traserito erguido y las manos enguantadas de blanco? Le hurtarían el bastón de caña, el reloj de bolsillo con cadena de oro y hasta el sombrero de hongo. La gente se burlaría de ellos en sus propias narices, los perros vagos los corretearían a dentelladas y los niños de la calle los apedrearían con crueldad.”


“Para alguien que no se haya fijado nunca en que existen botas con la punta redonda y otras realmente puntiagudas, y que además hay botas de cuero bueno y otras que parecen de plástico, y que sobre todo existen botas de serpiente pitón que son la cosa más bonita del mundo y que nada más verlas se le van a uno los ojos, sin remedio, y se marea y se siente que no se puede ser feliz ni nada parecido, ni siquiera estar contento, si no va uno por el mundo dentro de esas botas, para el que no sepa nada de esto, lo que sigue y lo de antes y toda esta maldita historia le parecerá una cosa de locos.”


“Adelante, adelante, al galope, por los caminos llenos de baches, por la verde hierba y los arbustos, por los charcos de plata, por la arena dorada y húmeda, por los alados helechos. El gamo asustado desaparece en el bosque, brilla al saltar la linterna blanquinegra de sus ancas. Se desprenden los pájaros de los árboles: los coloreados arrendajos y abejarucos, las chillonas y oscuras urracas de graciosas colas. El agua de los charcos y las grietas estalla en lluvia bajo los cascos del caballo.¡Adelante, aún más adelante! El caballo, que había pateado indolente demasiado tiempo detrás del carro, lleva una carrera alegre, rápida, feliz, trota ligero, los músculos se mueven en los muslos, el flequillo húmedo deja caer gotas sobre la cara. El caballo estira el cuello, Ciri le da cuerda. ¡Adelante, caballito, no sientas el bocado ni el freno, adelante, al galope, al galope, deprisa, deprisa! ¡Primavera!”