“Ha de decirse que para el científico, como convicción primigenia e indecible, hay una línea divisoria muy nítida entre la realidad del mundo que sucede y acaece con total prescindencia de lo que pueda hacerse o moldearse, y la realidad del mundo que se presta a la acción, al arte o al conjuro. Esto es, hay cosas que se dan u ocurren por sí mismas, cosas de naturaleza cabría decir, y cosas que pueden producirse o prevenirse a voluntad. Sin la actitud que envuelve esta convicción, debe afirmarse, no hay lugar para el conocimiento científico, independientemente de que el destino de ese conocimiento al final sea servirle de fundamento al desarrollo de eficientes técnicas para la acción o la manipulación.”