“Yo, si algo deseo, no sueño, sino que actúo. Y siempre consigo aquello que deseo”
“-[...]-Geralt -dijo Stregobor-, cuando escuchábamos a Eltibaldo muchos de nosotros teníamos dudas. Pero decidimos escoger el mal menor. Ahora soy yo el que te pide una elección similar.-El mal es el mal, Stregobor- afirmó serio el brujo mientras se levantaba-. Menor, mayor, mediano, es igual, las proporciones son convenidas y las fronteras son borrosas. No soy un santo ermitaño, no siempre he obrado bien. Pero si tengo que elegir entre un mal y otro, prefiero no elegir en absoluto.[...]”
“-Estamos hechos el uno para el otro-susurró-. ¿Puede ser que predestinados el uno al otro? Pero nada saldrá de todo esto. Una pena, pero cuando llegue el alba nos separaremos. No puede ser de otro modo. Tenemos que separarnos para no hacernos daño el uno al otro. Nosotros, predestinados el uno al otro. Hechos el uno para el otro. Una pena. Aquel o aquellos que nos crearon el uno para el otro deberían haberse preocupado de algo más. La mera predestinación no basta, es muy poco. Hace falta algo más. Perdóname. Tenía que decirlo.-Lo sé.”
“El romance hablaba de cierto brujo y cierta poetisa. De cómo el brujo y la poetisa se conocieron a la orilla del mar, entre los chillidos de las gaviotas; cómo se enamoraron desde el primer momento. De cuán hermoso y fuerte era su amor. De que nada, ni siquiera la muerte, sería capaz de destruir aquel amor ni de separarlos. Jaskier sabía que pocas personas creerían la historia que contaba el romance, pero no se preocupó por ello. Sabía que los romances no se escriben para que se crea en ellos, sino para emocionar. Algunos años después, Jaskier podría haber cambiado el contenido del romance, haber escrito sobre lo que sucedió en realidad. No lo hizo. La verdadera historia no hubiera emocionado a nadie. ¿Quién querría escuchar que el brujo y Ojazos se separaron y no se volvieron a ver nunca más, ni una sola vez? ¿Que cuatro años más tarde Ojazos murió de viruela durante una epidemia que asoló Wyzima? ¿Que él, Jaskier, la sacó en sus brazos de entre los cadáveres quemados en las hogueras y la enterró lejos de la ciudad, en el bosque, sola y tranquila, y junto con ella, tal y como había pedido, dos cosas: su laúd y su perla celeste? Una perla de la que nunca se separó.”
“Y a nosotros no nos queda más que la venganza. Una venganza terrible y cruel, de la que todavía circularán leyendas dentro de cien años. Leyendas que la gente temerá escuchar cuando caiga la noche.”
“—No sólo no volveré por estos lares —continuó Geralt pacientemente—, sino que dejaré de actuar del todo como brujo. Nunca más mataré a ninguno de vosotros.”
“Entonces le dijo la profetisa al brujo: «Este consejo te doy: ponte botas de yerro, toma en la mano un bastón de yerro. Ve con tus botas de yerro hasta el fin del mundo y por el camino agita el bastón y riega todo con lágrimas. Ve a través de la agua y el fuego, no te detengas ni mires a tu alredor. Y cuando las almadreñas se te desgasten, cuando el bastón de yerro se deshaga, cuando el viento y el calor te sequen los ojos de tal forma que de ellos ni una lágrima acierte a escapar, entonces, en el fin del mundo, hallarás lo que buscas y lo que amas. Pudiera ser». Y el brujo cruzó la agua y el fuego, sin mirar a su alredor. Pero no se puso botas de yerro ni tomó bastón. Sólo llevó su espada de brujo. No escuchó las palabras de la profetisa. Y bien que hizo, porque era una mala profetisa.”