“-Ay, hija- le contestó su madre, acariciándola mientras hablaba-, sino he podido creer en la verdadera religión ¿cómo se te ocurre que voy a creer en una falsa?”
“¿Acaso no es tremendamente cómodo creer en alguien? Uno se puede dejar arrastrar por la fe sin el menor esfuerzo. Uno puede ser la deshonra en persona y creer firme y piadosamente en cualquier hombre bueno y valeroso. Uno puede comer chocolate y seguir creyendo sin el menor apuro en una gran persona que acaso no tiene qué llevarse a la boca. Y es que creer no cuesta nada. Creyendo y haciendo profesión de fe se perjudica por lo menos tanto como se ayuda. (...) Quien cree realmente hasta el punto de tener que luchar consigo mismo deja de hablar de ello, no dice una sola palabra al respecto, sino que se limita a creer, a sufrir y a creer.”
“–Los hombres son así desde que nacen –le comentó a su hija Emilia mientras la acomodaba en su cesta–. Quieren todo, pero no lo saben pedir.”
“He pintado varios cuadros imaginándome como será esa sonrisa que me desarme. He juntado tantos sueños que no se en cual creer, hasta le pedí al viento que te hable de mí.”
“Estimado señor, le ruego que deje de creer en mí.”
“Proust ha explicado admirablemente por que no le interesaba un lugar sino cuando volvía a el; por que no encontraba sabor sino a lo ya visto, a lo ya experimentado, a lo ya vivido; por que, en suma, no comenzaba a gustar de las cosas sino a partir del momento en que recomenzaba.Este análisis se relaciona, a mi parecer,con la esencia misma de toda una clase de seres: aquellos que no han podido curarse de su infancia.Todo lo que en ellos florece tiene sus raíces en su pretérita infancia. Todas las cosas cuya expresión persiguen yacen en el silencio vehemente que la agitó.”