“Somos defectuosos, imperfectos y, aun así, orgullosos. Pensamos que las cosas van a ser para siempre. Que somos invencibles y que, por ello, lo que nos rodea también lo es. Y sin embargo, un buen día nos despertamos y descubrimos nuestro engaño, que el ayer duele y que el mañana ya no existe.”
“Y así, deseando que pase el tiempo para que pasen también los problemas que nos agobian, nos encontramos un día con que ha pasado nuestro tiempo.”
“—Yo sólo… entiendo lo que es querer algo, pero tratar y forzarte a realmente creer que no lo quieres. No significa que tenga que ser sobre el amor. Es sobre querer algo que no puedes tener o algo que no crees que te merezcas. Infierno, queremos los papeles que nuestros amigos tienen, aún cuando son nuestros amigos y deberíamos estar felices por ellos. Nos sentamos en el público y pensamos sobre cómo lo habríamos hecho. Queremos lo que no podemos tener. Es la naturaleza humana.”
“Además, confesar un hecho es dejar de ser el actor para ser el testigo, para ser alguien que lo mira y lo narra y que ya no lo ejecutó.”
“Se sentirá orgullosa de que su hija abandone por un momento su vida íntima, personal y limitada. Y de paso vence mágicamente por unos instantes la desolación chilena, esa desolación, aquella que nunca más nos abandonó, la que aguarda pendenciera y sin lenguaje detrás de nuestra eficiencia, de nuestra civilidad, de nuestro pragmatismo. La que nos dejó para siempre sin calor. ¿Por qué hemos llegado a ser un pueblo tan triste, o es que lo fuimos siempre y no nos dimos cuenta? ¿Cuándo, cuándo perdimos el alma?”
“Hoy ya sé que todo nos espía, que nada pasa inadvertido y que aun el papal pintado de las paredes tiene mejor memoria que los hombres. Y no es el buen Dios el que lo ve todo. No, una silla de cocina, una percha, ceniceros a medio llenar o la imagen de una mujer llamada Niobe bastan para proporcionar de todo acto un testimonio imperecedero.”