“Oh, era suntuoso, y la suntuosidad hecha carne. Los trombones crujían como láminas de oro bajo mi cama, y detrás de mi golová las trompetas lanzaban lenguas de plata, y al lado de la puerta los timbales me asaltaban las tripas y brotaban otra vez como un trueno de caramelo. Oh, era una maravilla de maravillas. Y entonces, como un ave de hilos entretejidos del más raro metal celeste, o un vino de plata que flotaba en una nave del espacio, perdida toda gravedad, llegó el solo de violín imponiéndose a las otras cuerdas, y alzó como una jaula de seda alrededor de mi cama. Aquí entraron la flauta y el oboe, como gusanos platinados, en el espeso tejido de plata y oro. Yo volaba poseído por mi propio éxtasis, oh hermanos.”
“La última vez que vi al Hombre de las Cetonias fue un atardecer, estando yo sentado en un altillo que dominaba el camino. Venía evidentemente de alguna fiesta y había tragado cantidad de vino, pues hacía eses de lado a lado del camino, tocando con la flauta una tonada melancólica. Grité un saludo, y sin volverse me hizo una seña estrafalaria. Al doblar el recodo se silueteó un instante sobre el pálido color lavanda de la tarde. Vi su sombrero andrajoso con las plumas al viento, los abultados bolsillos de su abrigo, las jaulas de mimbre llenas de soñolientas palomas a su espalda, y sobre la cabeza, dando vueltas y más vueltas a lo tonto, los puntitos minúsculos de las cetonias. Torció entonces la esquina y no quedó sino el cielo pálido con una luna nueva suspendida como una pluma de plata y el blando gorjeo de su flauta perdiéndose en el crepúsculo lejano.”
“Cada región alimenta un pueblo que se le parece. Tantos siglos a la orilla del río volvieron a los hombres diestros para nadar como peces y frenéticos para atacar como caimanes; la familiaridad de los montes los volvió silenciosos como niebla y a la vez solos y muchos como las estrellas del cielo; la vida en el desierto los hizo duros y pacientes como cardos; la vida en la selva les dio el sigilo de las serpientes, la agilidad de los monos en los ramajes; los hizo capaces de ver un mundo de hormiguea de color y sonidos allí donde otros sólo ven monotonía y silencio.”
“Me habían vuelto a pagar y mi deuda había aumentado en ocho dólares. Me atormentaba a mí mismo preguntándome adónde iba a parar ese dinero, aunque yo lo sabía muy bien. Salía deshidratado del trabajo, como lo esperaba la compañía. Marcaba entonces mi combinación en la fuente y obtenía un chorro de Gaseosa; veinticinco centavos que volaban de mi sueldo. Como el chorro era escaso pedía otro; cincuenta centavos. La cena era insulsa, como siempre, y yo no podía pasar más de dos mordiscos de Gallina. En seguida sentía hambre y me iba a la cantina donde me daban a crédito algunas Crocantes. Las Crocantes me secaban la garganta y tenía que volver a la Gaseosa. Y la Gaseosa me daba ganas de comer. Comía otra Crocante... ¿Había pensado en todo esto Fowler Schocken cuando organizó Astromejor Verdadero, el primer trust esférico? ¿De la Gaseosa a las Crocantes, de las Crocantes a los Astro de los Astro a la Gaseosa?Y el dinero adelantado se pagaba con un interés del seis por ciento.”
“Antes de saber leer, los libros eran para mí como bosques misteriosos. Me acuciaba una pregunta: ¿cómo era posible que de aquellas páginas de papel, de aquellas hormiguitas negras que la surcaban se levantara un mundo ante mis ojos, mis oídos y mi corazón de niña? ¿Qué clase de magia, de sortilegio era aquel que sobrepasaba cuanto yo vivía y cuanto vivía a mi alrededor?Después, cuando ya había aprendido a descifrar esos signos misteriosos, la primera vez que leí la palabra "bosque" en un libro de cuentos, supe que siempre me movería dentro de ese ámbito. Toda la vida de un bosque -misterioso, atractivo, terrorífico, lejano y próximo, oscuro y transparente- encontraba su lugar sobre el papel, en el arte combinatoria de las palabras. Jamás había experimentado, ni volvería a experimentar en toda mi vida, una realidad más cercana, más viva y que me revelara la existencia de otras realidades tan vivas y tan cercanas como aquella que me reveló el bosque, el real y el creado por las palabras.”
“pensé en todos los que habitan en las ciudades y en quienes van de una ciudad a otra, de un país a otro, de un planeta a otro planeta, como si en algún lado las cosas fueran a ser mejor, como si en algún lado uno pudiera sacarse los zapatos, y sin temer nunca más, equilibrado en su destino, manejándolo en el puño, palpando directamente el valor y la gallardía en los latidos calientes de la esperanza, decir aquí me quedo y nada me moverá”