“¿Puede acaso explicarse que ciertos individuos, que ni siquiera saben nadar, intenten lanzarse desde lo alto de un puente para salvar a alguien que se ahoga? Esos individuos se mueven sencillamente a impulsos de una fuerza mágica; una fuerza los impele antes de que tengan tiempo a darse cuenta de se insensata temeridad; y exactamente así, sin meditarlo, sin una consciente reflexión, seguí yo a aquel desgraciado desde la sala de juego al vestíbulo del Casino, y desde el vestíbulo a la terraza.”