“Las más bellas morales humanas están todas fundadas sobre la idea de que es preciso luchar y sufrir para purificarse, elevarse y perfeccionarse; pero ninguna trata de explicar por qué es necesario empezar de nuevo sin cesar. ¿Dónde va, pues, en qué abismos infinitos se pierde, desde eternidades sin límites, lo que se ha elevado en nosotros y no ha dejado vestigios? ¿Por qué si el Anima Mundi es soberanamente sabia ha querido estas luchas y estos sufrimientos que jamás han llegado y que, por consecuencia, jamás llegarán al fin? ¿Por qué no haber puesto, al primer esfuerzo, todas las cosas al punto de perfección a que nosotros creemos que tienden? ¿Por qué es preciso merecer su dicha? Pero ¿qué méritos pueden tener los que luchan o sufren mejor que sus hermanos, puesto que la fuerza o la virtud que les anima no la tienen más que porque un poder exterior la ha puesto en ellos más propiciamente que en otros?”