“Me detengo, tragando aire, mi corazón acelerado al máximo en mis oídos. Me estiro para alcanzar con una mano y toco la pared. Mis dedos se curvan en un puño, pero cae débilmente a mi lado. Y ahí es cuando me doy cuenta de la más importante verdad en mi vida en esta nave. No hay lugar a donde correr.”
“Con sus ojos grandes y llenos de miedo, suavemente tira de mi mano y la pone ensu pecho sobre su corazón, en la zona prohibida. Su respiración se acelera. Sucorazón está bombeando un frenético, pulsante latido bajo mis dedos. No quita sus ojos de mí; su mandíbula está tensa, sus dientes apretados.Jadeo. ¡Oh mi Cincuenta! Me está dejando tocarlo. Y es como si todo el aire de mis pulmones se ha vaporizado, ido. La sangre está latiendo en mis oídos cuando elritmo de mi corazón aumenta para igualar el suyo.Él deja ir mi mano, dejándola en su lugar sobre su corazón. Flexiono levemente misdedos, sintiendo la calidez de su piel bajo la tela de su camiseta. Está sosteniendoel aliento. No puedo soportarlo. Intento mover mi mano.—No —dice rápidamente y pone su mano una vez más sobre la mía, presionandomis dedos contra él—. No.”
“La travesía se cumple, ya no hay camino llano, ni tiempo. Al frente veoel horizonte oscuro donde la vida cae por un abismo. Transito con mis últimospasos y para continuar dignamente me veo en la necesidad de recapitular lasmiradas exactas que entramaron mi vida.”
“Transpiro... Me toco. Siento que mis manos ya no son mis manos... Mi piel ya no es mi piel... Me encuentro en un estado rarísimo.. como si rozara la realidad, pero no pudiendo permanecer dentro de ella. Como si mi persona no estuviese allí, en ese lugar.”
“Es casi incómoda, mi conciencia de él. De cada pausa, cada movimiento cuando coloca una pieza en el tablero negro y gris. Quiero cogerle la mano y ponérsela justo encima de mi corazón, justo donde más me duele. No sé si hacerlo me curaría o me lo haría pedazos, pero, en ambos casos, esta espera ávida y constante cesaría.”
“Y lo peor era que mi cara se había transformado en otra completamente distinta, en la comisura de mis labios se abría paso una cierta desvergüenza de tanto beber y besar en las fiestas, mis ojos parecían lánguidos de permanecer despierto sin tener en cuenta la hora o de caer inconsciente por la bebida, en mi mirada había petulancia vulgar como la de esos estúpidos satisfechos de sus vidas, del mundo y de sí mismos, pero yo sabía que estaba contento con mi nueva situación, así que me callé.”