“En los comentarios con seudónimo que aparecen en las fuentes de información en línea sobran los adjetivos y falta el análisis: se trata de un espacio público donde predomina el enojo sobre la propuesta”
“Después de mi muerte un día El mundo será pequeño a las gentes Plantarán continentes sobre los mares Se harán islas en el cielo Habrá un gran puente de metal en torno de la tierra Como los anillos construidos en Saturno Habrá ciudades grandes como un país Gigantescas ciudades del porvenir En donde el hombre-hormiga será una cifra Un número que se mueve y sufre y baila (Un poco de amor a veces como un arpa que hace olvidar la vida) Jardines de tomates y repollos Los parques públicos plantados de árboles frutales No hay carne que comer el planeta es estrecho Y las máquinas mataron el último animal Arboles frutales en todos los caminos Lo aprovechable sólo lo aprovechable Ah la hermosa vida que preparan las fábricas.”
“Tres Anillos para los Reyes Elfos bajo el cielo. Siete para los Señores Enanos en palacios de piedra. Nueve para los Hombres Mortales condenados a morir. Uno para el Señor Oscuro, sobre el trono oscuro en la Tierra de Mordor donde se extienden las Sombras. Un Anillo para gobernarlos a todos. Un Anillo para encontrarlos, un Anillo para atraerlos a todos y atarlos en las tinieblas en la Tierra de Mordor donde se extienden las Sombras.”
“Al igual que las nubes que se forman en el cielo permanecen cierto tiempo en él y luego se disuelven en el vacío del espacio, los pensamientos ilusorios surgen, duran un momento y después se desvanecen en la vacuidad de la mente. De hecho no ha pasado realmente nada.”
“No había dejado de desearla un solo instante. La encontraba en los oscuros dormitorios de los pueblos vencidos, sobre todo en los más abyectos, y la materializaba en el tufo de la sangre seca en las vendas de los heridos, en el pavor instantáneo del peligro de muerte, a toda hora y en todas partes. Había huido de ella tratando de aniquilar su recuerdo no sólo con la distancia, sino con un encarnizamiento aturdido que sus compañeros de armas calificaban de temeridad, pero mientras más revolcaba su imagen en el muladar de la guerra, más la guerra se parecía a Amaranta. Así padeció el exilio, buscando la manera de matarla con su propia muerte...”
“No hizo falta mucho para reducir el castillo de naipes de la civilización. Solo unas pocas ráfagas y pasó, la balanza se inclinó, se rompió el encanto. Los buenos ciudadanos se dieron cuenta de que las líneas que habían dado forma a sus vidas eran imaginarias y se cruzaban con facilidad. Tenían deseos y necesidades y el poder para satisfacerlas, así que lo hicieron. En el momento en que se apagaron las luces, todo el mundo dejó de fingir.”