“Ella era el remanso, la laguna quieta donde yo podía escribir.”

Carlos Fuentes

Carlos Fuentes - “Ella era el remanso, la laguna quieta...” 1

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“Jesús, alguna vez quise decir las palabras, pero apenas podía admitirlo ante mí mismo, y mucho menos a ella. En el fondo yo sabía que era un pedazo de mierda, y ella se merecía algo mejor. Una parte de mí quería que la llevara a la habitación y mostrarle por qué ella era diferente, pero también fue lo único que me detuvo. Ella era mi opuesto: Inocente en la superficie, y dañada profundamente en su interior. Había algo en ella que necesitaba en mi vida, y aunque no estaba seguro de lo que era, no podía dar a mis malos hábitos y joderla. Ella era el tipo de las que perdona, yo podía ver, pero tenía líneas dibujadas que yo sabía que no debía cruzarlas.”

Jamie McGuire
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“El pasado y el futuro eran parte de la misma cosa y la realidad del presente era un caleidoscopio de espejos desordenados, donde todo podía ocurrir.”

Isabel Allende
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“Exactamente lo mismo me pasó, años después con el baile. Mis hermanas eras todas grandes bailarinas, y yo tenía buen oído, como ellas, al menos para cantar, pero cuando ellas me invitaba a bailar, yo ponía el acento del baile donde no era, con una arritmia total, o con el mismo ritmo de las risas de ellas cuando me veían mover los pies.”

Héctor Abad Faciolince
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“El monstro no podía ser yo. Ese esqueleto, con una mata de pelo fibroso, ¡No era yo! La cosa en el espejo tenía los ojos tan muertos, sin vida, que me hacían temblar si tuviera que verlos por más tiempo. La cosa en el espejo tenia la piel demacrada y gris. Lo grisáceo no estaba sobre la cosa del espejo, estaba en ella. Lo grisáceo estaba incluso adentro, chupando la vida de ese trabajoso, irregular corazón.”

Cherie Currie
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“El mar se había ido transformando en un oscuro monstruo. Pronto, la oscuridad fue total y el rumor de las olas allá abajo adquirió sombría atracción: Pensar que era tan fácil! Ella decía que éramos seres llenos de fealdad e insignificancia; pero, aunque yo sabía hasta qué punto era yo mismo capaz de cosas innobles, me desolaba el pensamiento de que también ella podía serlo, que seguramente lo era...un sordo deseo de precipitarme sobre ella y destrozarla con las uñas y de apretar su cuello hasta ahogarla y arrojarla al mar iba creciendo en mí.”

Ernesto Sabato
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