“Era como si el reloj de pared se avergonzara o fuera consciente del horror de su cometido al marcar el paso del tiempo, arrebatando segundo a segundo la vida de los que, ajenos a ellos, tomaban tranquilos un café en la sala.”
“Me lleva tiempo evocar su rostro. Y conforme vayan pasando los años, más tiempo me llevará. Es triste, pero cierto. Al principio era capaz de recordarla en cinco segundos, luego éstos se convirtieron en diez, en treinta segundos, en un minuto. El tiempo fue alargándose paulatinamente, igual que las sombras en el crepúsculo. Puede que pronto su rostro desaparezca absorbido por las tinieblas de la noche. Sí, es cierto. Mi memoria se está distanciando del lugar donde se hallaba Naoko. De la misma forma que se está distanciando del lugar donde estaba mi yo de entonces.”
“Las cosas hermosas, las obras de arte, los objetos sagrados, sufren, como nosotros, los efectos imparables del paso del tiempo. Desde el mismo instante en que su autor humano, consciente o no de su armonía con el infinito, les pone punto y final y las entrega al mundo, comienza para ellas una vida que, a lo largo de los siglos las acerca también a la vejez y a la muerte. Sin embargo, ese tiempo que a nosotros nos marchita y nos destruye, a ellas les confiere una nueva forma de belleza que la vejez humana no podría siquiera soñar en alcanzar.”
“Antes de que me secuestraran yo vivía esclava del reloj. Trataba de organizar mi tiempo de la mejor manera posible, incluso leía libros sobre ello.Mi vida estaba programada al segundo. Al final de cada día, cuando regresaba a mi casa agotada tras un día intenso, me acostaba con la sensación de que el tiempo no me alcanzaba para hacer todo lo que quería. Siempre sentía que me quedaba algo por concluir...... En el secuestro, sin embargo, de repente me encontré con que tenía todo el tiempo del mundo para mí, pero aparentemente no había nada que pudiera hacer para aprovecharlo. Nunca antes en mi vida había sentido tan intensamente esa sensación de pérdida de tiempo que experimenté en los primeros meses de cautiverio. Para mí fue un conflicto existencial atroz, pues tenía la sensación de que la vida se me estaba escapando ante los ojos. Era como si estuviera enterrando mi juventud en aquellas selvas.”
“La vida está hecha de tiempo. Los días se miden en horas, los salarios se miden en función de esas horas, nuestros conocimientos se miden en años. Robamos unos minutos a nuestras jornadas para tomar un café. Volvemos corriendo a nuestros puestos, miramos el reloj, vivimos de cita en cita. Y, sin embargo, el tiempo termina agotándose y en el fondo de tu alma te preguntas si esos segundos, minutos, horas, días, semanas, meses, años y décadas se están empleando de la mejor manera posible.”
“En las noches de invierno, mientras hervía la sopa en la chimenea, añoraba el calor de su trastienda, el zumbido del sol en los almendros polvorientos, el pito del tren en el sopor de la siesta, lo mismo que añoraba en Macondo la sopa del invierno de la chimenea, los pregones del vendedor de café y las alondras fugaces de la primavera. Aturdido por dos nostalgias enfrentadas como dos espejos, perdió su maravilloso sentido de la irrealidad, hasta que terminó por recomendarles a todos que se fueran de Macondo, que olvidaron cuanto él les había enseñado del mundo y del corazón humano, que se cagaran de Horacio y que en cualquier lugar en que estuvieran recordaran siempre que el pasado era mentira, que la memoria no tenía caminos de regreso, que toda primavera antigua era irrecuperable, y que el amor más desatinado y tenaz era de todos modos una verdad efímera.”