“La idea de que había una persona perfecta destinada para cada uno de nosotros sonaba demasiado perfecta. Era un cuento de hadas, y no la realidad. No que no me gustara disfrutar del ocasional cuento de hadas de vez en cuando, sólo que sabía que tenía que volver a la realidad.”
“Estaba en un cuento de hadas, ¿no es así? Estaba interpretando mi parte en la historia, la niña humana que se había enamorado del príncipe encantado.”
“Durante cierto tiempo, estos ensueños dotaron de una salida a su imaginación, fueron satisfactoria indicación de la irrealidad de la realidad, promesa de que la roca del mundo está fuertemente asentada en las alas de un hada.”
“Me atrevo a pensar que es esta realidad descomunal, y no sólo su expresión literaria, la que este año ha merecido la atención de la Academia Sueca de la Letras. Una realidad que no es la del papel, sino que vive con nosotros y determina cada instante de nuestras incontables muertes cotidianas, y que sustenta un manantial de creación insaciable, pleno de desdicha y de belleza, del cual éste colombiano errante y nostálgico no es más que una cifra más señalada por la suerte. Poetas y mendigos, músicos y profetas, guerreros y malandrines, todas las criaturas de aquella realidad desaforada hemos tenido que pedirle muy poco a la imaginación, porque el desafío mayor para nosotros ha sido la insuficiencia de los recursos convencionales para hacer creíble nuestra vida. Este es, amigos, el nudo de nuestra soledad.”
“—No creo en los cuentos de hadas —susurró ella.—Me gustaría lograr que volvieras a creer. —Se inclinó y le besó la frente.—La realidad es mejor que la fantasía, Gabriel.—No si convertimos la fantasía en nuestra realidad.Julia negó con la cabeza, pero sonrió.”
“Hay una realidad que demuestra la verdad de un hecho. Porque nuestra memoria y nuestros sentidos son demasiado inseguros, demasiado parciales. Incluso podemos afirmar que muchas veces es imposible discernir hasta qué punto un hecho que creemos percibir es real y a partir de qué punto sólo creemos que lo es. Así que para preservar la realidad como tal, necesitamos otra realidad -una realidad colindante- que la relativice. Pero, a su vez, esta realidad colindante necesita una base para relativizarse a sí misma. Es decir, que hay otra realidad colindante que demuestra, a su vez, que ésta es real. Y esta cadena se extiende indefinidamente dentro de nuestra conciencia y, en un cierto sentido, puede afirmarse que es a través de esta sucesión, a través de la conservación de esta cadena, como adquirimos conciencia de nuestra existencia misma. Pero si esta cadena, casualmente, se rompe, quedamos desconcertados. ¿La realidad está al otro lado del eslabón roto? ¿Está a este lado?”