“¿Hemos de ceder anuestros impulsos de herir o matar a cualquiera que nos moleste, de tomar cuantoqueremos de quienes son más débiles y, en general, de despreciar los sentimientos de losdemás? Somos imperfectos por nacimiento y debemos vigilar nuestros defectos para queno nos destruyan.”
“A veces, sin embargo, debemos tomar decisiones difíciles y tener en cuenta todos los puntos de vistaa, así como los sentimientos de los demás. A veces, la verdadera felicidad nos llega cuando encontramos el equilibrio entre lo que nos gusta y lo que es bueno para los demás.”
“La mayoría de las veces no mostramos quienes en verdad somos. A la larga nos convertimos en personajes y representamos la obra de teatro de otra persona, creyendo que somos fuertes. Pero solo estamos vacíos y ansiamos llenarnos de nosotros mismos. Nada se extraña más que el alma cuando la hemos dejado de lado" - Nick Hagen, "Nada más que una noche".”
“En el caso de la mayoría de los seres, los contactos más ligeros y superficiales bastan para contentar nuestro deseo, y aún para hartarlo. Si insisten, multiplicándose en torno de una criatura única hasta envolverla por entero; si cada parcela de su cuerpo se llena para nosotros de tantas significaciones trastornadoras como los rasgos de un rostro; si un solo ser, en vez de inspirarnos irritación, placer o hastío, nos hostiga como una música y nos atormenta como un problema; si pasa de la periferia de nuestro universo a su centro, llegando a sernos más indispensables que nuestro propio ser, entonces tiene lugar el asombroso prodigio en el que veo, mas que un simple juego de la carne, una invasión de la carne por el espíritu”
“Las razas fuertes exterminan a las débiles, los pueblos civilizados suplantan en la posesión de la tierra a los salvajes. No debieran nuestros escritores insistir sobre la crueldad de los españoles para con los salvajes de América, ahora como entonces, nuestros enemigos de raza, de color, de tendencias, de civilización. Quisiéramos apartar de toda cuestión social americana a los salvajes, por quienes sentimos, sin poderlo remediar, una invencible repugnancia… no son más que unos indios asquerosos, a quienes habríamos hecho colgar y mandaríamos colgar ahora, si reapareciesen en una guerra.”
“Se sentirá orgullosa de que su hija abandone por un momento su vida íntima, personal y limitada. Y de paso vence mágicamente por unos instantes la desolación chilena, esa desolación, aquella que nunca más nos abandonó, la que aguarda pendenciera y sin lenguaje detrás de nuestra eficiencia, de nuestra civilidad, de nuestro pragmatismo. La que nos dejó para siempre sin calor. ¿Por qué hemos llegado a ser un pueblo tan triste, o es que lo fuimos siempre y no nos dimos cuenta? ¿Cuándo, cuándo perdimos el alma?”