“¿Has pensado alguna vez en la muerte?Sí. A veces. ¿Y tú?Sí. A veces. ¿Crees que existe un cielo?Sí. ¿Tú no?No lo sé. Quizá sí. ¿Crees que puedes creer en el cielo si no crees en el infierno?Creo que puedes creer lo que quieras.”
“Además tú también arriesgas tu vida y es algo que he aceptado. ¿Crees que no me duele el saber que puedo perderte? —alzó al vista—. Porque esa sí es una posibilidad. Morirás en combate y tengo miedo, pero eso es lo que eres. Yo no interfiero con lo que deseas, no interfieras tú en lo que yo quiero.”
“¿Puedes vender cielo,el cielo azul a veces,o gris también a veces,una parcela de tu cielo,el que compraste, piensas tú, con los árboles]de tu huerto, como quien compra el techo con la casa?]¿Puedes venderme un dólarde cielo, dos kilómetrosde cielo, un trozo, el que tú piensas,de tu cielo?”
“Se sentó en la única silla de la habitación y, al final, preguntó:—¿Eres tú?—Sí. Tengo frío, cachorrito.—Estás muerta, cielo.—Sí. Sí. Lo estoy.”
“…debes darte cuenta de que nos hemos pasado la vida desde pequeños respondiendo a la pregunta ‘qué me gusta’…y ese ‘qué me gusta’ marca nuestro mundo. Da la sensación de que si nos gusta algo es un indicador del rumbo o un deseo y debes saber que no…Lo que no gusta no es nuestro camino, ni tampoco lo que no nos gusta. A veces el rumbo puede estar en lo que nos provoca indiferencia, en aquello que no nos apasiona ni aborrecemos…Entiende esto. Has de confiar en ti, no en lo que crees que te gusta a ti…La senda no la marca lo que te gusta a ti sino que la marcas tú…”
“Sí; yo no soy otra cosa que un viajero, un peregrino en el mundo. ¿Y tú? ¿Eres algo más?”