“Lejos, en la llanura, en la noche sin orilla, podían ver como en un reflejo de su propio fuego en un lago oscuro el fuego de los vaqueros a unos ocho kilómetros. Por la noche llovió y la lluvia silbó en el fuego y los caballos se acercaron desde la oscuridad con sus ojos rojos parpadeando inquietos y por la mañana hacía frío y todo era gris y el sol tardó mucho en salir.”
“Se detuvo a medio camino para mirar atrás. De pie y temblando en el agua y no de frío porque no hacía ninguno. No le hables. No la llames. Cuando se acercó, él le tendió la mano y ella la tomó. Era tan pálida en el lago que parecía estar ardiendo. Como una luz fosforescente en un bosque tenebroso. Que ardía sin llama. Como la luna que ardía sin llama. Sus cabellos negros flotaban en el agua alrededor, caían y flotaban en el agua. Ella le rodeó el cuello con su otro brazo y miró hacia la luna en el oeste no le hables no la llames y entonces volvió su rostro hacia él. Más dulce por el hurto de tiempo y carne, más dulce por la traición. Grullas que anidaban y se sostenían sobre una pata entre las cañas de la orilla sur habían sacado sus esbeltos picos de debajo de las alas para vigilar. ¿Me quieres?, preguntó ella. Sí, dijo él. Pronunció su nombre. Dios mío, sí, dijo.”
“Salió a la gris luz y se quedó allí de pie y fugazmente vio la verdad absoluta del mundo. El frío y despiado girar de la tierra intestada. Oscuridad implacable. Los perros ciegos del sol en su carrera. El aplastante vacío negro del universo. Y en alguna parte dos animales perseguidos temblando como zorros escondidos en su madriguera. Tiempo prestado y mundo prestado y ojos prestados con que llorarlo.”
“¡Qué cosa mejor, en efecto, que estar en casa por la noche con un libro junto al fuego, mientras el viento bate los vidrios y la lámpara se consume!”
“Vio que la luna se hundia en el firmamento. La luna alli, y su resplandor, ¿producido por que? Por el sol, claro. ¿Y que iluminaba al sol? Su propio fuego. Y el sol sigue, dia tras dia, quemando y quemando. El sol y el tiempo. El sol el tiempo y las llamas. Llamas. El rio le balanceaba suavemente. Llamas. El sol y todos los relojes del mundo. Todo se reunia y se convertia en una misma cosa en su mente. [...]El sol ardia a diario. Quemaba el Tiempo. El mundo corria en circulos, girando sobre su eje, y el tiempo se ocupaba en quemar los años y a la gente, sin ninguna ayuda por su parte.”
“Como si el mundo se encogiera en torno a un núcleo de entidades desglosables. Las cosas cayendo en el olvido y con ellas sus nombres. Los colores. Los nombres de los pájaros. Alimentos. Por último los nombres de las cosas que uno creía verdaderas. Más frágiles de lo que él habría pensado. Cuánto de ese mundo había desaparecido ya? El sagrado idioma desprovisto de sus refrentes y por tanto de su realidad. Rebajado como algo que intenta preservar su calor. A tiempo para desaparecer para siempre en un abrir y cerrar de ojos.”
“los sueños correctos para un hombre en peligro eran sueños de peligro y que lo demás era sólo la llamada de la languidez y de la muerte.”