“-¿Tienes idea de lo que he pasado?-Cuéntamelo.-Casi me hace trizas un doctor loco. Un puñado de asquerosos piratas me hicieron prisionero. Y, lo creas o no, he sido tragado por un dragón que escupía fuego. por no mencionar que me han empujado, me han aplastado y casi me matan de miedo.-A pesar de todo, estás ante mí.-Bueno..., sí.-No pretende ser descortés, Guardián de las palabras.-¡Tonterías! El chico tiene razón. Yo le envié a propósito a la sección de ficción.-¿De modo que lo admites?-¡Naturalmente! ¡Piensa, chico! ¿Qué aventuras habrías corrido si te hubiera traído aquí volviendo una página? Has prevalecido por encima del mal. ¡Has mirado a los ojos de Moby Dick, muchacho! Tienes alma de pirata, mozalbete. Y que nadie se atreva a decir lo contrario.Si te hubiera traído aquí desde el principio, nunca habrías encontrado valor para enfrentarte a tus propios miedos. Al hacerlo has triunfado y siempre triunfarás.”
“Busco la perfección. Por eso es tan difícil. –¿Un amor perfecto? –¡No! No pido tanto. Lo que quiero es simple egoísmo. Un egoísmo perfecto. Por ejemplo: te digo que quiero un pastel de fresa, y entonces tú lo dejas todo y vas a comprármelo.Vuelves jadeando y me lo ofreces. «Toma, Midori. Tu pastel de fresa», me dices. Y te suelto:«¡Ya se me han quitado las ganas de comérmelo!». Y lo arrojo por la ventana. Eso es lo que yo quiero.–No creo que eso sea el amor -le dije con semblante atónito.–Sí tiene que ver. Pero tú no lo sabes -replicó Midori-. Para las chicas, a veces esto tiene una gran importancia. –¿Arrojar pasteles de fresa por la ventana?–Sí. Y yo quiero que mi novio me diga lo siguiente: «Ha sido culpa mía. Tendría que haber supuesto que se te quitarían las ganas de comer pastel de fresa. Soy un estúpido, un insensible. Iré a comprarte otra cosa para que me perdones. ¿Qué te apetece? ¿Mousse de chocolate? ¿Tarta de queso?». –¿Y qué sucedería a continuación?–Pues que yo a una persona que hiciera esto por mí la querría mucho.”
“Es una mera ficción eso de que no existe un puente de unión entre una y otra gente, y que todos viven en la soledad y la incomprensión. Por lo contrario, lo que la gente tiene en común con los demás es algo más grande e importante de lo que cada ser humano tiene por naturaleza y lo que lo distingue de los demás.”
“Jueves 31 de Octubre.Tengo unas cuantas cosas que decir sobre el matrimonio, de cómo lo veo. Primero, ¿cuál es el punto? ¿Hay alguna razón para pasar por la tortura ―o para torturar a los de tu alrededor― sólo para decir que estás casada? ¿Dónde está la retribución? Y segundo, si te casas sólo para tener hijos, olvídalo. Ellos lo sabrán y realmente te joderán. Así que, otra vez, ¿cuál es el punto?El sexo no puede ser la razón, porque si me preguntas, tienes mejores oportunidad de echar un polvo si tienes disponible a toda la población de la Tierra para ti, que a UNA sola persona. Y por cierto, ¿qué tan aburrido será tener sexo con la misma persona por cincuenta años? Para mí, el matrimonio parece una institución arcaica que quedó de las eras donde lo importante era la supervivencia de las especies, y la gente no pasaba los treinta y cinco años de vida. Es tiempo que el matrimonio siga el camino del dodo: apenas recordado, peron definitivamente extinto.”
“Desengáñese usted; el ladrón, por valiente que sea, al tiempo de robar siempre tiene miedo. El valor viene unido, dice Santo Tomás, con la justicia de la causa, y esto le explica a usted el valor de los mártires que desafiaban la cólera de los emperadores romanos; pero volviendo a los ladrones, repito que tienen miedo, y por miedo matan al que trata de conocerlos.”
“NOVIA. ¡Porque yo me fui con el otro, me fui! (Con angustia.) Tú también te hubieras ido. Yo era una mujer quemada, llena de llagas por dentro y por fuera,y tu hijo era un poquito de agua de la que yo esperaba hijos, tierra, salud; pero el otro era un río oscuro, lleno de ramas, que acercaba a mí el rumor de sus juncos y su cantar entre dientes. Y yo corría con tu hijo que era como un niñito de agua, frío, y el otro me mandaba cientos de pájaros que me impedían el andar y que dejaban escarcha sobre mis heridas de pobre mujer marchita, de muchacha acariciada por el fuego. Yo no quería, ¡óyelo bien!, yo no quería. ¡Tu hijo era mi fin y yo no lo he engañado, pero el brazo del otro me arrastró como un golpe de mar, como la cabezada de un mulo, y me hubiera arrastrado siempre, siempre, siempre, aun que hubiera sido vieja y todos los hijos de tu hijo me hubiesen agarrado de los cabellos.”