“-Enrique, en un caso análogo, ¿Habrías tenido el valor de cumplir con tu deber e ir a confesar tu culpa?Yo le respondí que sí.Él me replicó:-Dame tu palabra de honor de que así lo harías.”
“Es un poco así: hay líneas de aire a los lados de tu cabeza, de tu mirada, zonas de detención de tus ojos, tu olfato tu gusto, es decir que andás con tu límite por fuera y más allá de ese límite no podés llegar cuando creés que has aprehendidoplenamente cualquier cosa, la cosa lo mismo que un iceberg tiene un pedacitopor fuera y te lo muestra, y el resto enorme está más allá de tu límite y así es como se hundió el Titanic.”
“—No, no le dije una palabra de eso; de cualquier manera, no habría comprendido. Pienso que, si con la ayuda de la lógica se puede convencer a alguien de que no hay razón para llorar, dejará de llorar de inmediato. Está claro. ¿No le parece que estoy en lo cierto?—En ese caso, la vida sería demasiado fácil —replicó Raskolnikov.”
“Habré de levantar la vasta vidaque aún ahora es tu espejo:cada mañana habré de reconstruirla.Desde que te alejaste,cuántos lugares se han tornado vanosy sin sentido, igualesa luces en el día.Tardes que fueron nicho de tu imagen,músicas en que siempre me aguardabas,palabras de aquel tiempo- yo tendré que quebrarlas con mis manos.¿En qué hondonada esconderé mi almapara que no vea tu ausenciaque como un sol terrible, sin ocaso,brilla definitiva y despiadada?Tu ausencia me rodeacomo la cuerda a la garganta,el mar al que se hunde.”
“NOVIA. ¡Porque yo me fui con el otro, me fui! (Con angustia.) Tú también te hubieras ido. Yo era una mujer quemada, llena de llagas por dentro y por fuera,y tu hijo era un poquito de agua de la que yo esperaba hijos, tierra, salud; pero el otro era un río oscuro, lleno de ramas, que acercaba a mí el rumor de sus juncos y su cantar entre dientes. Y yo corría con tu hijo que era como un niñito de agua, frío, y el otro me mandaba cientos de pájaros que me impedían el andar y que dejaban escarcha sobre mis heridas de pobre mujer marchita, de muchacha acariciada por el fuego. Yo no quería, ¡óyelo bien!, yo no quería. ¡Tu hijo era mi fin y yo no lo he engañado, pero el brazo del otro me arrastró como un golpe de mar, como la cabezada de un mulo, y me hubiera arrastrado siempre, siempre, siempre, aun que hubiera sido vieja y todos los hijos de tu hijo me hubiesen agarrado de los cabellos.”
“— Oye, ¿ese es mi E-Reader. Definitivamente lo era.—Tal vez. Lo dejaste en tu escritorio.—¿Así que pensaste que podías usarlo? ¿Qué más de mis cosas has usado?—Sólo tu ropa interior —dijo, sus ojos todavía en la pantalla.—Entrégalo —dije, tendiéndole mi mano.—De ninguna manera, tengo que descubrir con quién termina ella. —Levantó el brazo, por lo que estaba fuera de mi alcance.”