“Proponte cada día ser mejor y más amable que el día anterior. Di todas las mañanas:Hoy quiero hacer algo que pueda alabarme la conciencia y contente a mi padre, algo que aumente el aprecio de tal o cual compañero, el afecto del maestro, de mi hermano o de otros.”
“Quiere a tu maestro, porque pertenece a la gran familia de cincuenta mil docentes primarios, esparcidos por toda la geografía de Italia, y que son como los padres intelectuales de los millones de chicos que crecen contigo, unos trabajadores no conceptuados merecidamente y mal pagados, que preparan para nuestra patria una generación mejor, más próspera y desarrollada que la presente.No me satisfará el cariño que me tienes si no lo profesas también a todos los que te hacen algún bien y entre ellos ha de ocupar el primer lugar tu maestro, después de tus padres. Quiérele como querrías a un hermano mío; quiérele cuando te complace y cuando te regaña, cuando a tu parecer, obra con injusticia y cuando creas que es injusto; quiérele cuando se muestre afable y de buen humor, pero más todavía cuando lo veas triste. Quiérele siempre. Pronuncia en todo momento con respeto el nombre de maestro que, después del de padre,es el más noble y dulce que un hombre puede dar a otro.”
“Señores, bello y admirable es el heroísmo de un hombre; pero el de un niño sin miras de ambición o de interés alguno, que debe tener tanto más atrevimiento cuanto menores son sus fuerzas; el de un niño al que nada le exigimos y que a nada está obligado, pareciéndonos un ser amable y noble, no ya cuando cumple sus pequeños deberes, sino cuando se percata del sacrificio ajeno, el heroísmo de un niño, digo, raya en lo divino.”
“-No olvides este momento-añadió mi padre-, porque de los millares de manos que estreches en tu vida, tal vez no haya ni diez que valgan como la suya.”
“Eso es valor, Enrique, el valor del corazón que no razona ni vacila, y va derecho con los ojos cerrados a donde oye el grito de quien se muere.”
“-¿Querrías-me dijo-aceptar estos dulces del payasito?Yo le indiqué que sí y tomé tres o cuatro.-Entonces-añadió-acepta también un beso.-Dame dos-respondí, y le ofrecí la cara. Él se limpió con la manga la cara enharinada, me rodeó el cuello con un brazo y me dio dos besos en las mejillas.”
“Son innumerables, Enrique, esos muertos; todo cementerio encierra centenares de santas criaturas, que, si pudieran levantarse por un momento de la sepultura, nos dirían el nombre de algún niño al que sacrificaron los placeres de la juventud,el sosiego de la vejez, los sentimientos, la inteligencia, la vida;esposas de veinte años, hombres en la flor de la edad, ancianas octogenarias, jovencitos -heroicos y oscuros mártires de la infancia-, tan grandes y gallardos, que no produce la tierra tantas flores como debiéramos poner en sus sepulcros.!Cuánto se quiere a los niños! Piensa hoy con gratitud en esos muertos y serás mejor y más afable con los que te quieren y trabajan por ti, afortunado hijo mío, tú que en el día de los fieles difuntos no tienes aún que llorar a ninguno.”