“Recuérdalo, Enrique: cuando encuentres a un anciano, a una mujer con su criatura en brazos, a uno que anda con muletas,a un hombre con su carga a cuestas, a una familia vestida de luto, cédeles el paso con respeto; debemos tener atenciones especiales con la vejez, la miseria, el amor maternal, la enfermedad, la fatiga y la muerte.”
“Tras veintinueve años de reinado que él había ilustrado y dignificado con su valor,con su lealtad,con su sangre fría en los peligros, con la prudencia en los triunfos y la constancia en la adversidad.”
“!Oh, amigo, escúchame! La muerte no existe , no es nada. Ni si quiera se puede comprender. La vida es la vida, y sigue la ley de la vida: el progreso. Tenías ayer una madre en la tierra; hoy tienes un ángel en otra parte. Todo lo que es bueno sobrevive, con mayor potencia, a la vida terrena. Por consiguiente, también el amor de tu madre.”
“Y precisamente entonces le hizo usted un ademan con una mano, poniéndose la otra sobre el pecho, como diciéndole: "Confíe en mí”
“-¿Querrías-me dijo-aceptar estos dulces del payasito?Yo le indiqué que sí y tomé tres o cuatro.-Entonces-añadió-acepta también un beso.-Dame dos-respondí, y le ofrecí la cara. Él se limpió con la manga la cara enharinada, me rodeó el cuello con un brazo y me dio dos besos en las mejillas.”
“Quiere a tu maestro, porque pertenece a la gran familia de cincuenta mil docentes primarios, esparcidos por toda la geografía de Italia, y que son como los padres intelectuales de los millones de chicos que crecen contigo, unos trabajadores no conceptuados merecidamente y mal pagados, que preparan para nuestra patria una generación mejor, más próspera y desarrollada que la presente.No me satisfará el cariño que me tienes si no lo profesas también a todos los que te hacen algún bien y entre ellos ha de ocupar el primer lugar tu maestro, después de tus padres. Quiérele como querrías a un hermano mío; quiérele cuando te complace y cuando te regaña, cuando a tu parecer, obra con injusticia y cuando creas que es injusto; quiérele cuando se muestre afable y de buen humor, pero más todavía cuando lo veas triste. Quiérele siempre. Pronuncia en todo momento con respeto el nombre de maestro que, después del de padre,es el más noble y dulce que un hombre puede dar a otro.”
“Son innumerables, Enrique, esos muertos; todo cementerio encierra centenares de santas criaturas, que, si pudieran levantarse por un momento de la sepultura, nos dirían el nombre de algún niño al que sacrificaron los placeres de la juventud,el sosiego de la vejez, los sentimientos, la inteligencia, la vida;esposas de veinte años, hombres en la flor de la edad, ancianas octogenarias, jovencitos -heroicos y oscuros mártires de la infancia-, tan grandes y gallardos, que no produce la tierra tantas flores como debiéramos poner en sus sepulcros.!Cuánto se quiere a los niños! Piensa hoy con gratitud en esos muertos y serás mejor y más afable con los que te quieren y trabajan por ti, afortunado hijo mío, tú que en el día de los fieles difuntos no tienes aún que llorar a ninguno.”