“Quería decirle: me siento solo, yo perseguidor, perro que ladra a la luna, pero no sé qué carajo me salía de la boca en lugar de palabras. Creo que tartamudeaba disparates, como ser: pureza, sagrado, culpa, hambre de magia. Llegué a convencerme de que había nacido equivocado de siglo o de planeta.”

Eduardo Galeano

Eduardo Galeano - “Quería decirle: me siento solo, yo...” 1

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“Antes de casarse, Emma se había creído enamorada; pero como la felicidad que hubiera debido resultar de aquel amor no había llegado, pensó que necesariamente debía de haberse equivocado. Y trataba de averiguar qué significaban exactamente en la vida las palabras 'dicha', 'pasión' y 'embriaguez', que tan hermosas le habían parecido en los libros”

Gustave Flaubert
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“...a mitad de la cena, de repente me dijo que intuía que un día sería muy feliz. Y aquellas palabras me hicieron sentir con mayor claridad que se me había cerrado la posibilidad de ser feliz en la vida...”

Orhan Pamuk
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“-¿Por qué tienes que llamar a la política un problema de carácter?-Siempre estabas en otro sitio - dijo Eduardo-. Yo llegué a pensar que era por mi culpa. Había algo de ti que siempre estaba un poco triste ¿y ahora me dices que es porque teníamos ideas políticas diferentes?”

Belén Gopegui
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“Encadenada del cuello a un árbol, desposeída de toda libertad, la de mo-verse, sentarse o pararse, hablar o callar, la de comer o beber, y aún la más elemental de todas, la de aliviarse del cuerpo, Entendí —pero me tomó muchos años hacerlo— que uno guarda la más valiosa de las libertades, la que nadie le puede arrebatar a uno: aquella de decidir quién unoq uiere ser. Ahí, en ese momento y como si fuera evidente, decidí que no sería más una víctima. Tenía la libertad de elegir entre odiar a Enrique o disolver ese odio en la fuerza de ser quien yo quería. Podía morir, claro está, pero yo ya estaba en otra parte. Era una sobreviviente.”

Ingrid Betancourt
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“Deseaba llamar a Sophie. Un día incluso fui hasta la oficina de correos y esperé en la cola de las llamadas al extranjero pero no llegué a llamarla. Ahora las palabras me fallaban constantemente y me entró pánico ante la idea de derrumbarme en el teléfono. ¿Qué podía decirle, después de todo? En lugar de eso, le mandé una postal de Laurel y Hardy. En la parte de atrás escribí: "Los verdadero matrimonios nunca tienen sentido. Mira la pareja del dorso. Prueba que cualquier cosa es posible, ¿no? Quizá deberíamos empezar a ponernos sombreros hongo. Por lo menos, acuérdate de vaciar el armario antes de que yo vuelva. Abrazos a Ben”

Paul Auster
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