“—¿Te vas a ir? —susurra mientras sus ojos se amplían con miedo.No digo nada mientras intento reunir mis pensamientos.—No puedes —ruega.—Christian… yo… —Lucho por organizar mis pensamientos. ¿Qué estoy tratando de decir? Necesito tiempo, tiempo para procesar esto. Dame tiempo.—No. ¡No! —dice.—Yo…Él mira salvajemente alrededor de la habitación. ¿En busca de inspiración? ¿Intervención divina? No lo sé.—No te puedes ir. ¡Ana, te amo!—También te amo, Christian, es solo…—No… ¡no! —dice con desesperación y pone ambas manos sobre su cabeza.—Christian…—No —susurra, sus ojos amplios por el pánico, y de repente cae sobre sus rodillas frente a mí, la cabeza inclinada, sus manos con dedos largos extendidas sobre sus muslos. Toma una profunda respiración y no se mueve.¿Qué? —Christian, ¿qué estás haciendo?Continua con su mirada abajo, sin mirarme.—¡Christian! ¿Qué estás haciendo? —Mi voz es aguda. No se mueve—. ¡Christian, mírame! —ordeno con pánico.Su cabeza se levanta sin vacilar, y me observa impasiblemente con su fría mirada gris, está casi sereno… expectante.Mierda… Christian. El sumiso.”