“Solo disfruto ahora con la televisión. Me paso la mayor parte del día viendo los concursos, las películas antiguas, los culebrones e, incluso, los programas infantiles y los dibujos animados. Y no soy capaz de apagarla. Tarde, por la noche, hay películas antiguas, de miedo, la función de noche y la función de madrugada y luego la breve homilía antes de que se acabe la emisión con la imagen de la bandera de los Estados Unidos ondeando al fondo y finalmente la pantalla de prueba de imagen me contempla a través de su pequeña ventana cuadrada con su ojo siempre abierto...(...)Y cuando se ha acabado todo, me doy asco porque apenas me queda tiempo para leer, escribir y pensar, y porque sé que no debería drogarme con esa porquería que está dirigida al niño que hay en mí. Sobre todo porque el niño que hay en mí está reclamando mi mente”