“Teresita Pisano era de un inquebrantable optimismo: se le moría el marido y decía: "Me quedan mis hijos"; se le morían los hijos y decía: "Me quedan mis nietos" se le morían los nietos y decía: "Me queda el televisor".”
“...al corazón no se le dan órdenes, decía, el corazón se rompe, y si se le dice que no se rompa se rompe igualmente, como el mío...”
“Jesús le decía a Lázaro: "Levántate y anda". Pero Lázaro no se levantaba. "Levántate y anda", repetía Jesús. Pero Lázaro no reaccionaba. Jesús, que se parecía a Severino, el conductor del camión cisterna, se enfadaba. Menudo papelón. Cuando Jesús te dice levántate y anda, tienes que hacerlo, sobre todo si estás muerto. Pero Lázaro no hacía ni caso: seguía inmóvil. Entonces Jesús empezaba a zarandearlo como a un muñeco, y al fin Lázaro se levantaba y le daba un mordisco en el cuello. "Deja en paz a los muertos", decía con los labios chorreando sangre.”
“Hacía pocos años que yo había perdido a Dios. Se me había roto el espejo. Dios tenía los mismos rasgos que yo le ponía y decía las palabras que yo esperaba. Mientras fui niño me puso a salvo de la duda y de la muerte. Había perdido a Dios y no me reconocía en los demás.”
“Yo ahora no creo en Dios, pero me parece que el cura del funeral del padre de Vera tampoco creía mucho, me refiero a la vida eterna y todo eso. Decía que el cielo era cuando se hacían las cosas bien y se era cariñoso con los demás, y el infierno cuando despreciabas a alguien y te equivocabas. Decía que el muerto se quedaba en nuestros recuerdos y que desde ahí nos iba a acompaña. Buf, no sé, los recuerdos, vale, sólo que los recuerdos están en mi cabeza, y ojalá estuvieran en otro sitio. Puestos a creer, yo preferiría una aparición total, aunque fuera un padre de Vera medio transparente, tipo fantasma. Porque al final los recuerdos hasta parece que te los imaginas, se ponen borrosos y algunos se pierden.”
“¡Por qué, oh por qué habré dejado mi agujero—hobbit! —decía el pobre señorBolsón, mientras se sacudía hacia arriba y abajo sobre el pobre señor Bolsón, mientras se sacudía hacia arriba y abajo sobre la espalda de Bombur.—¡Por qué, oh por qué habré traído a este pobrecito hobbit, a buscar el tesoro! —decía el desdichado Bombur que era gordo, y se bamboleaba mientras el sudor le caía en gotas de la nariz a causa del calor y el terror.”