“El que lo piensa todo primero, no escribe nada después.”

Francisco Umbral

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“Parece instintivamente que la felicidad está por venir. Que la palabra felicidad remite al futuro. Pero remite realmente a un pasado remoto, del que la extrapolamos al futuro remoto con un movimiento mecánico de autodefensa. Se ha dicho que la literatura de ciencia ficción está llena de añoranzas prehistóricas. Eso es. Sólo se puede soñar el pasado. El futuro es un pasado actuante. Un pasado que actúa como futuro. Confío en que seré feliz porque alguna vez lo fui. Y creo que alguna vez lo fui porque entonces, aquella vez, creía asimismo haberlo sido en otro tiempo. Todo instante de felicidad no es sino la confirmación de que tenemos un pasado. Sólo la memoria goza.”


“Una mujer mediocre es como un libro malo: hacen dudar de la literatura entera, de lo femenino universal”


“El sabio no dice todo lo que piensa, pero siempre piensa todo lo que dice.”


“Imagina que has aceptado la muerte, como algo inevitable.Desdepequeños sabemos que la muerte existe, que todos morimos algún día, pero no lo aceptas, no del todo. Piensas que la muerte es algo que sólo les pasa a los demás, que es algo perdido en un tiempo muy lejano, donde aún no has llegado, y donde nunca llegarás. Cumplir sesenta años te hace pensar en la muerte. En que, tal vez, el momento no esté tan lejos como esperabas. Una muerte rápida y natural, pero muerte a fin de cuentas. Y te da miedo pensar en ello.”


“Todo el mundo hace lo mismo. Entran en tu sagrado cubículo y tepreguntan si tienes tiempo para hablar. Y sin esperar tu respuesta, se sientan y te empiezan a dar el coñazo. Así, sin más. Y después si les escupo en la cara o saco una 9 mm y les pego un tiro en plena cara,la mala soy yo.”


“Así como el practicante de meditación se asombra de advertir cuán poco alerta está en su vida cuotidiana, lo primero que descubre cuando comienza a cuestionar el yo no es la carencia de ego sino su total egocentrismo. Constantemente pensamos, sentimos y actuamos como si tuviéramos un yo que proteger y preservar. La menor intrusión en el territorio del yo (la astilla en el dedo, el vecino bullicioso) despierta temor y furia. La menor esperanza de exaltación del yo (ganancia, elogio, fama, placer) despierta codicia y afán. Todo indicio de que una situción es irrelevante para el yo (aguardar un autobús, meditar) provoca aburrimiento. Tales impulsos son instintivos, automáticos, ubicuos y poderosos. En la vida cotidiana los damos por sentados. Los impulsos por cierto están allí y acontecen constantemente, ¿pero qué sentido tienen a los ojos del practicante inquisitivo? ¿Qué clase de yo respalda tales actitudes?”