“Antes de volver a casa al día siguiente escribí en el espejo con el lápiz de labios: Niña mía, estamos solos en el mundo.”
“El mundo habrá acabado de joderse -dijo entonces- el día en que los hombres viajen en primera clase y la literatura en el vagón de carga.”
“Como lector y espectador que soy, he aprendido a desconfiar del mientras. Aunque lea un libro en vilo o esté encantado durante la visión de una película, ya no juzgo hasta el día siguiente a haberlos terminado. Las más de las veces, lo confieso -es difícil sustraerse a la educación o a la programación de la sociedad en que uno vive-, al día siguiente no dedico ni una evocación ni un pensamiento a aquello que disfruté en el mientras, y descubro que se me ha disipado hasta su atmósfera. De tarde en tarde, en cambio, me doy cuenta de que la música, la pintura, la novela o la película me llaman aún y me rondan, que mi cabeza no es capaz de zafarse de ese mundo en el que estuve inmerso con la involuntaria previsión de salir de él al instante, en cuanto cerrase el volumen o abandonara el museo o el cine. ”
“La Madre de Dios tenía siempre el dedo índice levantado cuando yo me sentaba delante, en el banco de los niños. Pero la expresión de su rostro era amable, y yo no le tenía miedo. Todo el tiempo llevaba el mismo vestido largo azul claro y tenía unos labios rojos muy bonitos. Y un día que el cura dijo que los lápices de labios se hacen con sangre de pulga y de otros bichos repugnantes, me pregunté por qué la Madre de Dios que había en el altar lateral se pintaría los labios. También se lo pregunté al cura, que me golpeó las manos con su regla hasta ponérmelas rojas y me mandó en seguida a casa. Estuve varios días sin poder mover los dedos.”
“En el tapiz de la existencia de Alexander había un único hilo que no podría romperse con la muerte, el dolor, la distancia, el tiempo, la guerra o el comunismo. «No hay nada capaz de romperlo —susurró Tatiana. Y con su aliento, su cuerpo y sus labios, añadió—: Mientras yo esté en el mundo, mientras respire, tú perdurarás, soldado.»”
“Es lo habitual en esos lugares; se juzga excéntrico al hombre de verdad, porque las facultades no son más que centros que cuidan de una clase media sin personalidad, de esa clase media que tiene su perfecta expresión en las inmediaciones de las universidades, en esas hileras de casas de gente acomodada, con céspedes y un televisor en cada sala de estar con todo el mundo pensando lo mismo al mismo tiempo, mientras los Japhy del mundo merodean por el yermo, para escuchar la voz que clama en el desierto, para descubrir el éxtasis de las estrellas para dar con el misterioso y sombrío secreto del origen de la crapulosa civilización sin rostro ni fantasía.”