“No cuesta imaginar a esta porteña diplomática de veinticinco años, enfundada en su inmenso abrigo de piel, caminando por las veredas del parque Gorki, a orillas de sus lagos, del canal del río y por los empinados senderos. No cuesta imaginar el orgullo que sintió y la emoción de lo familiar ante tanta extrañeza, la primera vez que escuchó el Himno Nacional de Venezuela en un acto público (le fascinaba contarlo), así como el agotamiento y malestar que padeció durante los nueve meses que estuvo en Moscú.”

Gabriela Kizer

Gabriela Kizer - “No cuesta imaginar a esta porteña...” 1

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“No le fue fácil meter en la maleta el dia en que hicieron su primera cumunión las tres juntas.La vela, el libro y la foto afuera de la iglesia cupieron muy bien, pero no así el sabor de los tamales y del atole que nacha les había preparado y que habían comido después en compañia de sus amigos y familiares. Cupieron los huesitos de chabacano de colores, pero no así las risas cuando jugaban con ellos en el patio de la escuela, ni la maestra Jovita, ni el columpio, ni el olor de su recámara, ni el del chocolate recién batido. Lo bueno es que tampoco cupieron las palizas, los regaños de Mamá Elena, pues Tita cerró muy fuerte la maleta antes de que se fueran a colar.”

Laura Esquivel
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“En las noches de invierno, mientras hervía la sopa en la chimenea, añoraba el calor de su trastienda, el zumbido del sol en los almendros polvorientos, el pito del tren en el sopor de la siesta, lo mismo que añoraba en Macondo la sopa del invierno de la chimenea, los pregones del vendedor de café y las alondras fugaces de la primavera. Aturdido por dos nostalgias enfrentadas como dos espejos, perdió su maravilloso sentido de la irrealidad, hasta que terminó por recomendarles a todos que se fueran de Macondo, que olvidaron cuanto él les había enseñado del mundo y del corazón humano, que se cagaran de Horacio y que en cualquier lugar en que estuvieran recordaran siempre que el pasado era mentira, que la memoria no tenía caminos de regreso, que toda primavera antigua era irrecuperable, y que el amor más desatinado y tenaz era de todos modos una verdad efímera.”

Gabriel Garcia Marquez
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“Los científicos e individuos de finales del siglo veinte son altamente creyentes, tanto como los científicos de antaño, lo único que ha cambiado es el objeto de su fe, los tradicionales creían en principios universales que regían el cosmos visible e invisible, enseñanzas y técnicas trasmitidas de generación en generación por hombres que se dedicaban a la concentración, la meditación y el estudio, que vivían en el bosque o en monasterios y templos apartados del dinero y del ruido. Los científicos actuales creen con la misma intensidad que sus antepasados, pero no en esos principios metafísicos y universales que les parecen supercherías, sino en el poder de medicaciones químicas, aunque se retiren años después; en el poder de protección de vacunas y antibióticos... en el poder del dinero para crear la realidad más falsa de todas por definición... y en definitiva en el Sistema que es quien les ha creado, quien les mantiene y el que un día les fagocitará.”

Dr. Enrique Costa Vercher
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“Al salir, el vuelo de las campanas y la lluvia de pétalos que los recibió en el atrio, pusieron el punto final al lienzo que Brunilda y Julián habían ido bordando a lo largo de esos meses en que la duda, la desconfianza, el miedo, la pasión y por fin la entrega, los condujeron al hallazgo del tesoro más valioso: un amor forjado en la realidad y no en mera ilusión, un sentimiento que sabía tanto de penurias como de valentía.Un amor verdadero.”

Gloria V. Casañas
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“El mundo que tenemos que buscar es un mundo en el cual el espíritu creador esté vivo, en el cual la vida sea una aventura llena de alegría y de esperanza, basada más en el impulso de construir que en el deseo de guardar lo que poseemos y de apoderarnos de lo que poseen los demás. Tiene que ser un mundo en el cual el cariño pueda obrar literalmente, el amor esté purgado del instinto de la dominación, la crueldad y la envidia hayan sido disipadas por la alegría y el desarrollo ilimitado de todos los instintos constructivos de la vida y la llenen de delicias espirituales. Un mundo así es posible; espera solamente a que los hombres quieran crearlo.”

Bertrand Russell
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