“La joven desapareció para regresar unos instantes después empujando un carrito de té cargado de delicias, desde sándwiches de pepino hasta piel de limón caramelizada, pepinillos en vinagre o Battenberg.La condesa sirvió el té. Alexia tomó el suyo con leche, la señorita Dair con limón y los vampiros con una cucharadita de sangre, aún caliente y servida en una delicada jarra de cristal.”
“Exhaló el aire con un sonoro suspiro. El corazón latía a ritmo de maratón en algún lugar de su cuello, tenía la piel caliente y tirante sobre los huesos y estaba empapada en zonas donde una señorita soltera de reputación inmaculada como ella no debería estarlo.”
“La cena empezó con un surtido variado de pequeñas ostras sobre hielo con crema de limón. La señorita Tarabotti, que siempre había sido de la opinión que las ostras crudas se parecían considerablemente al excremento nasal, aparto el plato de ofensivos moluscos y observó, refugiada bajo sus largas pestañas como él consumía no menos de doce.”
“La criatura se quedó inmóvil, con una intensa expresión de sorpresa dibujada en su bello rostro, y luego cayó de espaldas sobre la maltratada tarta de melaza, desplomándose con la flaccidez de un espárrago cocinado en exceso.”
“Extrajo un trozo de tela blanca doblada primorosamente de su chaleco y la sacudió hasta convertirla en una sábana de seda de grandes dimensiones. La capacidad de aquel hombre para almacenar los objetos más inverosímiles en tan escueta prenda era cuanto menos impresionante.”
“Alexia se puso en pie y Lord Maccon descubrió entonces el cojín sobre el que la joven había estado descansando, después de desmayarse estratégicamente sobre él.”
“...es cómodo ser derrotado a los veinticinco años aún sin una sola cana en la cabeza sin una sola caries en la dentadura sin una sola nube en la conciencia con sólo dos o tres lagunas en la memoria y mirar el mundo desde el cielo desde el purgatorio desde el infierno desde más acá de los montes pirineos y la cordillera de los andes con frialdad con indiferencia con estupor”