“En las películas, la ropa simplemente desaparece cuando la pareja está lista para hacer el amor. Están completamente resplandecientes e iluminados con la banda sonora en alza. En la vida real, no es así. Jase tiene que quitarse la camisa y manosear torpemente la hebilla de su cinturón, y yo salto con un pie por la habitación quitándome los calcetines, preguntándome cuán poco sexy es eso. La gente en las películas ni siquiera tiene calcetines. Cuando Jase se quita sus jeans, el cambio que tiene en su bolsillo se sale, suena con estrépito y rueda por el piso.—¡Lo siento! —dice, y los dos nos congelamos, a pesar de que no hay nadie en casa para oír el ruido. En las películas, nadie es auto consciente en este punto, pensando que deberían haberse cepillado los dientes. En las películas, todo está hermosamente coreografiado, montado con una banda sonora cada vez más dramática. En las películas, cuando el chico atrae a la chica hacia él, cuando ambos están finalmente desnudos, nunca chocan sus dientes entre sí, se avergüenzan, necesitan reír y volver a intentarlo.Pero aquí está la verdad: En las películas, nunca es ni la mitad de lo maravilloso de lo que es aquí y ahora con Jase.”