“el maestre amaba los libros tanto como Samwell Tarly. Comprendía cómo se podía sumergir uno en ellos, como si cada página fuera un agujero abierto que daba a otro mundo.”
“Pienso que en la vida de cada uno de nosotros existe un libro similar, que de pequeños no nos limitamos simplemente a leer, sino que inspeccionamos y rebuscamos en cada uno de sus rincones como si de una habitación se tratara. Un libro así, rebuscado como una habitación, escrutado o interrogado como una cara en cada rasgo y arruga, nunca podremos juzgarlo como se juzga un libro, porque para nosotros ha abandonado la zona de los libros y ha pasado a vivir a la zona de la memoria y de los afectos.”
“Pues qué raro que diga eso −Ligur observó las luces traseras, que se veían cada vez máspequeñas−. ¿Confías en él?No.Bien −dijo Ligur. Cómo estaría el mundo, pensó, si los demonios fueran por ahí confiando los unos en los otros.”
“Recordar lo que para mí han sido los primero libros me exige olvidar desde el principio todo lo que sé de libros. Ciertamente toda mi actual sabiduría se basa en la disposición con la que ya entonces me enfrentaba al libro. Pero así como en el día de hoy tema y contenido, objeto y materia, se enfrentan al libro como algo exterior, entonces se encontraba todo fundido en él, no era algo independiente de él. El mundo abierto en el libro y el libro mismo no podían separarse bajo ningún concepto: formaban un todo perfecto. De esta forma, junto al libro, también podían cogerse con la mano su contenido, su mundo, como si tuvieran asas. Y este mundo, el contenido, glorificaban a su vez al libro en todas sus partes: palpitando en él, iluminado desde él. Y no sólo anidaban en la portada o en los grabados. Su casa estaba también en los títulos de los capítulos, en las letras especiales con que empezaban, en los puntos y aparte, en las columnas, etc. Los libros no se leían sin más, no; se vivían, se moraba entre sus líneas...”
“Lanzarme con otro libro es tan grave como enamorarme, un impulso alocado que exige dedicación fanática. Con cada uno, como ante un nuevo amor, me pregunto si me alcanzarán las fuerzas para escribirlo y si acaso semejante proyecto vale la pena: hay demasiadas páginas inútiles y demasiados amoríos frustrados.”
“-¿No tienes carnet de biblioteca?-No. Pensé que sería demasiado peligroso alejarme tanto de casa.De pronto, como si fuera un mago, el señor Dewey se sacó de entre los dedos un carnet de biblioteca.-Pues ya lo tienes. Firma ahí. El apellido primero. Richard Tyler. Señor Tyler, considere esto su pasaporte al maravilloso e impredecible mundo de los libros.”