“La última vez que vi al Hombre de las Cetonias fue un atardecer, estando yo sentado en un altillo que dominaba el camino. Venía evidentemente de alguna fiesta y había tragado cantidad de vino, pues hacía eses de lado a lado del camino, tocando con la flauta una tonada melancólica. Grité un saludo, y sin volverse me hizo una seña estrafalaria. Al doblar el recodo se silueteó un instante sobre el pálido color lavanda de la tarde. Vi su sombrero andrajoso con las plumas al viento, los abultados bolsillos de su abrigo, las jaulas de mimbre llenas de soñolientas palomas a su espalda, y sobre la cabeza, dando vueltas y más vueltas a lo tonto, los puntitos minúsculos de las cetonias. Torció entonces la esquina y no quedó sino el cielo pálido con una luna nueva suspendida como una pluma de plata y el blando gorjeo de su flauta perdiéndose en el crepúsculo lejano.”

Gerald Durrell

Gerald Durrell - “La última vez que vi al Hombre de las...” 1

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“‎La verdad es un cuchillo afilado, la verdad es una llaga incurable, la verdad es un ácido corrosivo. Por esto durante los días de su juventud y de su fuerza, el hombre huye de la verdad hacia las casas de placer y se ciega con el trabajo y con una actividad febril, con viajes y diversiones, con el poder y las destrucciones. Pero viene un día en que la verdad lo atraviesa como un venablo y ya no siente más el júbilo de pensar o trabajar con sus manos, sino que se encuentra solo, en medio de sus semejantes, y los dioses no aportan ningún alivio a su soledad.”

Mika Waltari
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“Oh, era suntuoso, y la suntuosidad hecha carne. Los trombones crujían como láminas de oro bajo mi cama, y detrás de mi golová las trompetas lanzaban lenguas de plata, y al lado de la puerta los timbales me asaltaban las tripas y brotaban otra vez como un trueno de caramelo. Oh, era una maravilla de maravillas. Y entonces, como un ave de hilos entretejidos del más raro metal celeste, o un vino de plata que flotaba en una nave del espacio, perdida toda gravedad, llegó el solo de violín imponiéndose a las otras cuerdas, y alzó como una jaula de seda alrededor de mi cama. Aquí entraron la flauta y el oboe, como gusanos platinados, en el espeso tejido de plata y oro. Yo volaba poseído por mi propio éxtasis, oh hermanos.”

Anthony Burgess
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“La Biblia, que es un libro muy interesante y a veces muy profundo cuando se lo considera como una de las más antiguas manifestaciones de la sabiduría y de la fantasía humanas que han llegado hasta nosotros, expresa esta verdad de una manera muy ingenua en su mito del pecado original. Jehová, que de todos los buenos dioses que han sido adorados por los hombres es ciertamente el más envidioso, el más vanidoso, el más feroz, el más injusto, el más sanguinario, el más déspota y el más enemigo de la dignidad y de la libertad humanas, que creó a Adán y a Eva por no sé qué capricho (sin duda para engañar su hastío que debía de ser terrible en su eternamente egoísta soledad, para procurarse nuevos esclavos), había puesto generosamente a su disposición toda la Tierra, con todos sus frutos y todos los animales, y no había puesto a ese goce completo más que un límite. Les había prohibido expresamente que tocaran los frutos del árbol de la ciencia. Quería que el hombre, privado de toda conciencia de sí mismo, permaneciese un eterno animal, siempre de cuatro patas ante el Dios eterno, su creador su amo. Pero he aquí que llega Satanás, el eterno rebelde, el primer librepensador y el emancipador de los mundos. Avergüenza al hombre de su ignorancia de su obediencia animales; lo emancipa e imprime sobre su frente el sello de la libertad y de la humanidad, impulsándolo a desobedecer y a comer del fruto de la ciencia.Se sabe lo demás. El buen Dios, cuya ciencia innata constituye una de las facultades divinas, habría debido advertir lo que sucedería; sin embargo, se enfureció terrible y ridículamente: maldijo a Satanás, al hombre y al mundo creados por él, hiriéndose, por decirlo así, en su propia creación, como hacen los niños cuando se encolerizan; y no contento con alcanzar a nuestros antepasados en el presente, los maldijo en todas las generaciones del porvenir, inocentes del crimen cometido por aquellos. (...)”

Mikhail Alexandrovich Bakunin
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“Los detectives eran como el vino, pensó Cayetano, como el vino, el ron, el tequila o la cerveza, hijos de la tierra y su clima, y quien lo olvidaba terminaba cosechando fracasos. ¿Podía alguien imaginarse a Philip Marlowe frente a la catedral de La Habana? Lo achicharraría el sol de las dos de la tarde, y lo despojarían hasta del sombrero y el impermeable sin que ni siquiera lo notara. ¿O a Miss Marple caminando con su paso lento y distinguido, de dama ya mayor, por el centro de Lima? Se intoxicaría con el primer cebiche que probara, los siniestros taxistas limeños la desviarían del aeropuerto a una casucha, donde la estarían esperando un par de facinerosos. No encontrarían ni su placa de bien montados dientes falsos. ¿Y qué decir del amanerado Hercules Poirot cruzando el mercado Cardonal de Valparaíso con el traserito erguido y las manos enguantadas de blanco? Le hurtarían el bastón de caña, el reloj de bolsillo con cadena de oro y hasta el sombrero de hongo. La gente se burlaría de ellos en sus propias narices, los perros vagos los corretearían a dentelladas y los niños de la calle los apedrearían con crueldad.”

Roberto Ampuero
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“Estamos ante un enfrentamiento entre la metrópolis y el territorio que pretende colonizar, y por ironía de la historia, la causa de la libertad, la razón y el deseo ha abandonado las ciudades, o mejor dicho, lo que antes fueron ciudades, para refugiarse en el campo, lo que antes fue campo, y lanzar desde allí, con el concurso nihilista de los excluidos del suburbio, el contraataque contra las fuerzas antihistóricas domiciliadas en las conurbaciones. Lejos de los centros comerciales, y por lo tanto, lejos de la mercantilización del vivir y de la estatización de la existencia, el tiempo y el lugar recobran algún sentido y permiten a los individuos recuperar la memoria y cooperar contra la sinrazón capitalista, construyendo, si se rebasa el horizonte plataformista, una nueva identidad de explotados anclada en el territorio, luego en su condición concreta de habitantes, no en la condición abstracta de ciudadanos. Dicha identidad no ha de aspirar a proporcionar un marco más regulado al mercado de la vivienda y del suelo, sino a abolir cualquier relación mercantil; tampoco pretenderá complementar el régimen tecnocrático que gusta en llamarse "democracia" cuando no es más que totalitarismo disimulado, sino sustituirlo por una verdadera democracia de base, horizontal, directa, autogestionaria. No será el estandarte de un nacionalismo de nuevo cuño, sino el emblema de una voluntad universal de liberación.”

Miquel Amorós
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