“Quiero tener ese hijo tuyo, amor. Dárteme desde dentro de mi vientre en una nueva prolongación de tu inmortalidad. Mostrarte hasta dónde puede crecer mi vida, como un árbol, si tú la riegas; hasta dónde puedo llegar a dárteme en todas las formas, en todos los momentos conscientes e inconscientes, llegar a ser tu río, tu sombra, la almohada suave donde apoyar tu cabeza, el viento, el mar, la risa, la mañana, tu cama, tu suelo, tu mujer.”
“Llueve copiosamente sobre mi cara y sólo pienso en tu lejano amor mientras cobijo con todas mis fuerzas, la esperanza.”
“Sola yo, amor, y vos quién sabe dónde; tu recuerdo me mece como al maíz el viento y te traigo en el tiempo, recorro los caminos, me río a carcajadas y somos los dos juntos otra vez, junto al agua.”
“El sueño pesa sobre mis hombros y me acerca de nuevo a vos, al huequito de tu brazo, a tu respiración, a una continuación infinita de la batalla de sábanas y almohadas que empezamos y que pone risa y energía a nuestro cansancio.”
“El amor de mi hombre no conocerá el miedo a la entrega, ni temerá descubrirse ante la magia del enamoramiento en una plaza llena de multitudes. Podrá gritar -te quiero- o hacer rótulos en lo alto de los edificios proclamando su derecho a sentir el más hermoso y humano de los sentimientos.”
“Él inclino su cabeza y habló suavemente —: Quiero estar contigo en estos malos momentos. Quiero llevarte a casa conmigo y tenderte en mi cama y tener horas y horas tu cuerpo envuelto en el mío y hacerte todo lo que o quiera. Quiero tenerte ahí en la mañana, así cuando despertemos puedo hacerte venir diciendo mi nombre. Quiero manejar hasta tu trabajo y recogerte cuando termines tu turno. Quiero ir a las tiendas contigo y comprar comida que podamos cocinar para la cena. Quiero ver un programa tonto de televisión y tenerte cayendo dormida en mi pecho, así podría verte y oír tu respiración.”
“Yo pongo estrellas entre tu piel y la mía y te recorro entero, sendero tras sendero, descalzando mi amor, desnudando mi miedo.”