“Los seres humanos, en su mayoría, eran incapaces de pensar por sí mismos: ésa era una de las «verdades preciadas» que había aprendido. Y quien no pensaba, no sabía escuchar a los demás.”

Haruki Murakami

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“En su expresión había algo que atraía a los demás. Algo lleno de sensualidad, como si -esto, por supuesto, lo pensé más tarde- fuera pelando con dulzura, capa a capa, el corazón de las personas”


“Entonces no lo sabía. No sabía que era capaz de herir a alguien tan hondamente que jamás se repusiera. A veces, hay personas que pueden herir a los demás por el mero hecho de existir”


“Sin embargo, la mayoría de las personas de este mundo no parece sentir ese temor, esa incertidumbre. En cuanto tienen oportunidad hablan de sí mismos con una sinceridad pasmosa. Suelen decir frases del tipo: «Yo parezco tonto de tan franco y sincero como soy», o «Soy muy sensible y me manejo muy mal en este mundo», o «Yo le leo el pensamiento a la gente». Pero he visto innumerables veces cómo personas “sensibles” herían sin más los sentimientos ajenos. He visto a personas “francas y sinceras” esgrimir sin darse cuenta las excusas que más les convenían. He visto cómo personas que “le leían el pensamiento a la gente” eran engañadas por los halagos más burdos. Todo ello me lleva a pensar: «¿Qué sabemos, en realidad, de nosotros mismos?».”


“Leía mucho, lo que no quiere decir que leyera muchos libros. Más bien prefería releer las obras que me habían gustado. (...) Así pues, no tenía este punto en común con los demás, y leía mis libros a solas y en silencio. Los releía y cerraba los ojos y me llenaban de su aroma. Sólo aspirando la fragancia de un libro, tocando sus páginas, me sentía feliz.”


“Yo no tenía hermanos. Era hijo único. Y por eso sentí durante toda mi niñez algoparecido al complejo de inferioridad. Yo era un ser aparte en aquel mundo, carecía de algo que los demás poseían de la forma más natural.”


“Ya ves, continuamos viviendo, cada uno a su manera [...]. Por profunda y fatal que sea la pérdida, por importante que sea lo que nos han arrancado de las manos, aunque nos hayamos convertido en alguien completamente distinto y sólo conservemos, de lo que antes éramos, una fina capa de piel, a pesar de todo, podemos continuar viviendo, así, en silencio. Podemos alargar la mano e ir tirando del hielo de los días que nos han destinado, ir dejándolos atrás. En forma de trabajo rutinario, el trabajo de todos los días [...]. Al pensarlo, me sentí terriblemente vacío.”