“Te quiero…te adoro –dice–. Iré adonde digas: Estambul, Singapur, Honolulú. Pero ahora tengo que irme…se está haciendo tarde.”
“Te quiero, sí, te quiero: pero a medida de que te quiero se me van haciendo innecesarias las palabras.”
“Pero ahora él no está y tú no eres feliz, ni se te ocurra negármelo. Te conozco incluso mejor de lo que me conozco a mí. Te quiero conmigo y punto, y no me voy a quedar esperando que aparezca otro y te alejes de nuevo.”
“Te quiero. Ahora mismo. Si dices que sí, me gustaría besarte. Te besaría hasta que ambos nos olvidáramos que los labios se hicieron para otra cosa que besar. Te quitaría ese traje, tan lindo como es. Quiero ver cómo te ves sin nada encima. Quiero hacerte suspirar como lo hiciste con el pastel. Quiero estar contigo. Ahora mismo.”
“Estoy confundido. No consigo leer tus señales. Unas veces si, otras no. Dices que me quieres, pero dices que no quieres. Si te decidieras, sería fantástico, pero me estás haciendo pensar una cosa y, a continuación, al final acabas yendo en una dirección completamente diferente. No sólo ahora, todo el tiempo.”
“El pasado se queda contigo en la forma en que el azúcar en polvo se queda en tus dedos. Algunos pueden sacárselo de encima pero todavía esta allí, los eventos y las cosas que te empujaron adonde estás ahora.”