“Adelante, adelante, al galope, por los caminos llenos de baches, por la verde hierba y los arbustos, por los charcos de plata, por la arena dorada y húmeda, por los alados helechos. El gamo asustado desaparece en el bosque, brilla al saltar la linterna blanquinegra de sus ancas. Se desprenden los pájaros de los árboles: los coloreados arrendajos y abejarucos, las chillonas y oscuras urracas de graciosas colas. El agua de los charcos y las grietas estalla en lluvia bajo los cascos del caballo.¡Adelante, aún más adelante! El caballo, que había pateado indolente demasiado tiempo detrás del carro, lleva una carrera alegre, rápida, feliz, trota ligero, los músculos se mueven en los muslos, el flequillo húmedo deja caer gotas sobre la cara. El caballo estira el cuello, Ciri le da cuerda. ¡Adelante, caballito, no sientas el bocado ni el freno, adelante, al galope, al galope, deprisa, deprisa! ¡Primavera!”