“vio un globo anaranjadovolando libremente por el ancho cieloen dirección al ríoy vio cómo todos los ojos que miraban el globotenían en ese momento cinco años”
“Un hombre de cuarenta y cinco años puede creerse joven todavía hasta el momento en que se da cuenta de que tiene hijas en edad de amar. El príncipe se sintió súbitamente envejecido. Olvidó las millas que recorría cazando, los «Jesús María» que sabía provocar, la propia lozanía actual al final de un largo y penoso viaje. De pronto se vio a sí mismo como una persona canosa que acompaña un cortejo de nietos a caballo en las cabras de Villa Giulia.”
“Vio que la luna se hundia en el firmamento. La luna alli, y su resplandor, ¿producido por que? Por el sol, claro. ¿Y que iluminaba al sol? Su propio fuego. Y el sol sigue, dia tras dia, quemando y quemando. El sol y el tiempo. El sol el tiempo y las llamas. Llamas. El rio le balanceaba suavemente. Llamas. El sol y todos los relojes del mundo. Todo se reunia y se convertia en una misma cosa en su mente. [...]El sol ardia a diario. Quemaba el Tiempo. El mundo corria en circulos, girando sobre su eje, y el tiempo se ocupaba en quemar los años y a la gente, sin ninguna ayuda por su parte.”
“Es necesario correr riesgos, decía. Sólo entendemos del todo el milagro de la vida cuando dejamos que suceda lo inesperado. Todos los días Dios nos da, junto con el sol, un momento en el que es posible cambiar todo lo que nos hace infelices. Todos los días tratamos de fingir que no percibimos ese momento, que ese momento no existe, que hoy es igual que ayer y será igual que mañana.”
“Todos los días Dios nos da un momento en que es posible cambiar todo lo que nos hace infelices. El instante mágico es el momento en que un sí o un no pueden cambiar toda nuestra existencia.”
“Los libros cautivan porque le ahorran al lector el problema de vivir. Los libros se declaran por nosotros, recorren la noche por nosotros. Entran donde el lector no se atrevería a entrar, espían donde el lector cerraría los ojos. Sufren lo que el lector sería incapaz —porque la lectura lo ha embotado— de sufrir. Aunque seguramente ese lector, al momento de morir, morirá menos que quien ha sufrido en carne propia.”