“-¿Cómo has conseguido entrar?- Tengo mis recursos.Caí en la cuenta. Él había reemplazado mi puerta hacía dos meses, porque yo estaba bastante ocupada intentando no morir.- Te quedaste una llave de mi apartamento. Capullo. ¿Cuántas veces has entrado?- De vez en cuando.-¿Por qué?- Para saber que estás bien. Me ahorra el tiempo de sentarme junto al teléfono a esperar una de tus llamadas de auxilio.-No tienes por qué preocuparte: no va a haber más llamadas. Prefiero morirme a llamarte otra vez.-Eso es lo que me preocupa -replicó.(...)-¿Has venido alguna vez mientras dormía?-Ocasionalmente.- Te habría oído.-Trabajas doce horas al día y vienes hecha polvo. Además, soy muy silencioso.(...)-No, no reviso tus cosas. Solo vengo de vez en cuando para asegurarme de que sigues de una pieza. Me gusta saber que estás a salvo, durmiendo en la cama.”

Ilona Andrews

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“-¿Desde cuándo te importa una mierda mi bienestar? Creo que estás confundido en cuanto a la naturaleza de nuestra relación. Tú y yo no nos llevamos bien. Tú eres un monstruo psicópata del control. Pretendes darme órdenes y yo deseo matarte. Soy una idiota insubordinada y cabezota. Te vuelvo loco y tú quieres estrangularme.-¡Una vez! ¡Solo lo intenté una vez!-Una es más que suficiente. La cuestión es que no jugamos limpio. Nosotros...Liberó sus brazos de mis rodillas, me atrajo hacia él, ignorando la daga, y me besó.”


“Había una vez,Una vez, cuando fuistes mía.Me acuerdo de cielos,Reflejada en tus ojos.Me pregunto dónde te encuentras?Me pregunto siPiensas en mí?Había una vezEn tus sueños más distantes?Por una vez, el mundo era nuevo.Nuestros cuerpos se sentía el rocío de la mañana,Que da la bienvenida al nuevo día.Y no nos podíamos separar.Me pregunto si a ti te importa?Me pregunto si ay aún recuerdo de mi?Había una vez,En tus sueños más distantes?Y cuando suena Enrique...Y cuando las palabras sonConmovido por el dolor...Cuando suena la música,Oigo el sonido.Tuvia que seguirlo,Había una vez.Una vez bajo las estrellas,El universo era de nosotros.El amor era todo lo que yo sabíaY todo lo que sabía eras tu.Me pregunto si usted sabe?Me pregunto si te piensas en eso?Había una vezEn tus sueños más distantes?Había una vezEn tus sueños más distantes,que te recuerdas de mi?”


“-Ya veo... ¿Jim está contigo en este momento?-Sí. Nos lo estamos montando a lo bestia y nos has interrumpido.Colgué.(...)Volvía a sumergirme en el mundo de los sueños, con la almohada eh la cabeza para bloquear el persistente y molesto haz de luz, cuando oí que una llave giraba en la cerradura. La puerta se abrió. La única persona que tenía llave de mi apartamento era el encargado, y nunca entraría sin avisar. Me levanté rápidamente y lancé una patada directa. Mi pie golpeó al intruso en el abdomen, lo que provocó un gemido claramente masculino, y este cayó al suelo. (...)Una mano de acero me agarró el tobillo. Me apoyé sobre la espalda y le propiné una patada en el hombro con toda la fuerza que pude reunir.Volvió a gemir y entonces vi su cara.-¡Curran! -Hubiera preferido a un homicida lunático. Oh, espera...(...)Me envolvió como si fuera un paquete. No podía moverme ni un milímetro.-¡Pensé que eras una especie de maníaco! -gruñí.-Lo soy.-¿Qué estás haciendo aquí?-Busco a Jim en tu cama.-No está aquí.-Ya lo veo.”


“Me acerqué a pedirle al encargado que me diera la nueva llave, me arrastré hasta mi apartamento y estudié mi nueva cerradura. Grande, metálica y brillante. No tenía ni un rasguño. Incluso la llave tenía grabada una muesca extraña, que le proporcionaba un sistema a prueba de ladrones. Chúpate esa, Su Majestad.Abrí la puerta, entré y la cerré de nuevo. Me descalcé, estremeciéndome por el dolor en el estómago. Iba a tardar mucho tiempo en curarse por completo, pero al menos ya había dejado de sangrar.Me había relajado. Mañana ya me preocuparía de Hugh d'Ambray, Andrea y Roland, pero de momento me sentía muy contenta. Ah, mi casa. Mi hogar, mis esencias, mi querida alfombra bajo mis pies, mi cocina, mi Curran sentado en la silla de la cocina... ¡Espera un momento!-¡Tú! -Miré la cerradura, lo miré a él. Era demasiado bueno para la puerta a prueba de ladrones.Con mucha parsimonia, acabó de escribir algo en un trozo de papel, se levantó y se dirigió hacia mí. Mi corazón se desbocó. Unas pequeñas chispas doradas danzaban en sus ojos grises. Me tendió el trozo de papel y sonrió.-No puedo quedarme.Me quedé mirándolo como una idiota.Inhaló mi aroma, abrió la puerta y se marchó. Entonces miré el papel.Voy a estar ocupado las próximas ocho semanas, así que lo dejamos para el quince de noviembre.MENÚQuiero un filete de cordero o de venado. Patatas asadas con mantequilla dulce. Mazorcas de maíz. Panecillos. Y una tarta de manzana, como la que preparaste la otra vez. Me gustó muchísimo. La quiero con helado.Me debes una cena desnuda, pero no soy un completo animal, por lo que puedes llevar sujetador y braguitas si lo deseas. Las azules con lazo me encantan.CurranSeñor de las Bestias de Atlanta”


“-Creo que otorgas demasiado crédito a nuestra relación. -Hice cuanto pude para cambiar de tema-. Yo lo irrito hasta sacar lo peor de él y Curran ha encontrado el modo de darme la lata. Eso es todo.-Quizás tengas razón.-De todos modos, Su Majestad necesita una chica- puedo. Y yo no lo soy.-¿Una chica-puedo? -Andrea enarcó las cejas y yo me incliné sobre el respaldo.-¿Puedo traerle la comida, Su Majestad? ¿Puedo decirle lo fuerte y valiente que es Su Majestad? ¿Puedo quitarle las pulgas, Su Majestad? ¿Puedo besarle el culo, Su Majestad? ¿Puedo... ? -Caí en la cuenta de que Rafael estaba sentado rígidamente, inmóvil como una estatua, con la mirada fija en algún punto sobre mi cabeza-. Está detrás de mí, ¿verdad?Andrea asintió lentamente.- Técnicamente, debería ser podría -dijo Curran, con una voz más grave de lo que recordaba-, ya que estás pidiendo permiso. (...)-Para responder a tu pregunta, sí, puedes besarme el culo. Normalmente, prefiero conservar mi espacio personal, pero tú eres una amiga de la Manada y tus servicios han demostrado ser de utilidad en una o dos ocasiones. Mi única pregunta es, ¿me besarías el culo por obediencia, por acicalamiento o como un preliminar del acto sexual?”


“Aplaudo hasta que mis manos arden. Aplaudo como si haciéndolo pudiera alargar la noche, como si pudiera transformar la Noche de Reyes en una noche de veinticuatro horas. Aplaudo para poder aferrarme a este sentimiento. Aplaudo porque sé lo que sucederá cuando me detenga. Es lo mismo que pasa cuando apago una muy buena película —una en la que me he sumergido— que es ser lanzada de regreso a mi propia realidad y un vacío se instalará en mi pecho. Algunas veces, miraré una película una y otra vez para recuperar esa sensación de estar dentro de algo real. Lo cual, lo sé, no tiene sentido.”