“Lo puedo leer en tus ojos, vienes de una noche de amor.”

Isabel Allende

Isabel Allende - “Lo puedo leer en tus ojos, vienes de...” 1

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“Después de la alegría viene la soledadDespués de la plenitud viene la soledadDespués del amor viene la soledad.Ya sé que es una pobre deformaciónPero lo cierto es que en ese durable minutoUno se siente solo en el mundo.”

Mario Benedetti
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“¿Por qué arrasarían esos dos hombres el mundo entero, de lo contrario? ¿Por tus conocimientos de historia? ¿Por tu aguda conversación? No. Eras una chica bonita embellecida por los bardos en un intento por explicar lo que desencadenaste. No me malinterpretes -añadió-, estaba tan loco por ti que me pasaba las noches en vela. Fuiste mi primer gran amor no correspondido.”

Brent Weeks
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“Cree y será."Dios se manifestará ante ti en la forma que consiga colmar tus ojos de ternura. ¿Qué le importa a Dios a qué recurra su adepto para recordarlo, ya sea a un hombre moribundo en una cruz o a una serpiente? Lo único que importa es que lo ame de todo corazón. Cierto, a un cristiano jamás se le aparecerá en forma de serpiente, pero a ti sí.”

Rani Manicka
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“Aplaudo hasta que mis manos arden. Aplaudo como si haciéndolo pudiera alargar la noche, como si pudiera transformar la Noche de Reyes en una noche de veinticuatro horas. Aplaudo para poder aferrarme a este sentimiento. Aplaudo porque sé lo que sucederá cuando me detenga. Es lo mismo que pasa cuando apago una muy buena película —una en la que me he sumergido— que es ser lanzada de regreso a mi propia realidad y un vacío se instalará en mi pecho. Algunas veces, miraré una película una y otra vez para recuperar esa sensación de estar dentro de algo real. Lo cual, lo sé, no tiene sentido.”

Gayle Forman
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“Tú me echabas una mirada con un gris signo de interrogación en tus ojos. "Oh, no, no empecemos de nuevo" (incredulidad, exasperación). Pues nunca te dignabas a creer que yo pudiera sentir el deseo -sin intenciones específicas- de hundir mi cara en tu falda tableada, amor mío. La fragilidad de tus brazos desnudos... Cómo anhelaba envolver esos brazos, y tus cuatro miembros límpidos, encantadores -un potrillo acurrucado-, y tomar tu cabeza entre mis manos indignas y estirar hacia atrás la piel de tus sienes y besar tus ojos achinados y... "Por favor, déjame en paz, ¿quieres?", decías. "Dios mío, déjame tranquila". Y yo me levantaba del suelo, mientras tú me mirabas crispando el rostro en una imitación deliberada de mi tic nerveux. Pero no importa, no importa, soy un miserable, no importa, sigamos con mi desgraciada historia.”

Vladimir Nabokov
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