“Y en el comienzo de mi historia, me deslizo a toda velocidad. Pedaleo colina arriba, colina abajo entre campos de arroz. Tengo quince años y una bici de carreras Orbea con la que corto en zigzag los veranos bajo el ímpetu de mis piernas kilométricas. Son los días en los que el vértigo funciona de manera inversa, asaltándome cuando me detengo. Así que vuelo, me escapo. El niño huye del hombre en que se convierte cuando se queda quieto.”
“Al final es imposible no sentir lástima de aquel hombre: un tanque de dolor borboteante que se destila en una minúscula y traidora lágrima”
“No se trata de un dolor físico porque nadie la ha tocado, ni uno solo de los hierros que podían haber cortado su piel la ha rozado. Pero también es posible que sí exista un dolor real, que las emociones atrapadas por los sentidos puedan provocar un daño cierto y medible en las profundidades de un cerebro suficientemente vulnerable.”
“Nunca te creas mas listo que nadie por ser un canalla; hasta el hombre más idiota es capaz de cometer un acto de maldad insuperable(...) La crueldad ... es un poder vacío, una moneda de metal brillante con la que no se puede comprar nada.”
“Y la forma en que sujetaba el arpa entre sus piernas me hizo pensar en... bueno, en las cosas en que piensan continuamente los muchachos de quince años.”
“En resolución, él se enfrascó tanto en su lectura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio, y así, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el cerebro, de manera que vino a perder el juicio. Llenósele la fantasía de todo aquello que leía en los libros, así de encantamientos, como de pendencias, batallas, desafíos, heridas, requiebros, amores, tormentas y disparates imposibles, y asentósele de tal modo en la imaginación que era verdad toda aquella máquina de aquellas soñadas invenciones que leía, que para él no había otra historia más cierta en el mundo.”
“Los científicos e individuos de finales del siglo veinte son altamente creyentes, tanto como los científicos de antaño, lo único que ha cambiado es el objeto de su fe, los tradicionales creían en principios universales que regían el cosmos visible e invisible, enseñanzas y técnicas trasmitidas de generación en generación por hombres que se dedicaban a la concentración, la meditación y el estudio, que vivían en el bosque o en monasterios y templos apartados del dinero y del ruido. Los científicos actuales creen con la misma intensidad que sus antepasados, pero no en esos principios metafísicos y universales que les parecen supercherías, sino en el poder de medicaciones químicas, aunque se retiren años después; en el poder de protección de vacunas y antibióticos... en el poder del dinero para crear la realidad más falsa de todas por definición... y en definitiva en el Sistema que es quien les ha creado, quien les mantiene y el que un día les fagocitará.”