“Espero que cuando me muera alguien tenga sentido común suficiente como para tirarme al río o algo así. Cualquier cosa menos meterme en un maldito cementerio. Eso de que venga la gente los domingos a ponerte ramos de flores en el estómago y todo ese rollo. ¿Quién quiere flores cuando ya se ha muerto? Nadie.”
“¿Quién necesita flores cuando ya se ha muerto? Nadie.”
“Nunca se lo había explicado antes, no crea que por deslealtad, pero naturalmente uno no va a ponerse a explicarle a la gente que de cuando en cuando vomita un conejito. Como siempre me ha sucedido estando a solas, guardaba el hecho igual que se guardan tantas constancias de lo que acaece (o hace uno acaecer) en la privacía total. No me lo reproche, Andrée, no me lo reproche. De cuando en cuando me ocurre vomitar un conejito. No es razón para no vivir en cualquier casa, no es razón para que uno tenga que avergonzarse y estar aislado y andar callándose.”
“Cuando muere, todo el mundo debe dejar algo detrás, decía mi abuelo. Un hijo, unlibro, un cuadro, una casa, una pared levantada o un par de zapatos. O un jardínplantado. Algo que tu mano tocará de un modo especial, de modo que tu alma tengaalgún sitio a donde ir cuando tú mueras, y cuando la gente mire ese árbol, o esa flor, quetú plantaste, tú estarás allí. «No importa lo que hagas -decía-, en tanto que cambies algorespecto a como era antes de tocarlo, convirtiéndolo en algo que sea como tú después deque separes de ellos tus manos.”
“Son innumerables, Enrique, esos muertos; todo cementerio encierra centenares de santas criaturas, que, si pudieran levantarse por un momento de la sepultura, nos dirían el nombre de algún niño al que sacrificaron los placeres de la juventud,el sosiego de la vejez, los sentimientos, la inteligencia, la vida;esposas de veinte años, hombres en la flor de la edad, ancianas octogenarias, jovencitos -heroicos y oscuros mártires de la infancia-, tan grandes y gallardos, que no produce la tierra tantas flores como debiéramos poner en sus sepulcros.!Cuánto se quiere a los niños! Piensa hoy con gratitud en esos muertos y serás mejor y más afable con los que te quieren y trabajan por ti, afortunado hijo mío, tú que en el día de los fieles difuntos no tienes aún que llorar a ninguno.”
“Los historiadores han observado que es en las épocas de abundancia cuando se siente el deseo de ir a la guerra. En tiempos de hambruna, la gente está demasiado ocupada intentando encontrar algo que comer. Cuando sólo tienen lo justo para ir tirando, las personas tienden a ser afables y educadas. Pero cuando se les sirve un banquete, enseguida deciden que ha llegado el momento de discutir quién se sienta dónde.”