“El ruido de su reloj terminó por alcanzarlo, de manera progresiva, como si hubiera una fuga de agua en la que cada gota se sumara a la anterior; a fin de construir una estalactita quese moviese e insertase milímetro a milímetro en su cerebro.”

j.m.g. le clezio

J.M.G. Le Clézio - “El ruido de su reloj terminó por...” 1

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“Hadley presiono su cabeza contra la ventana del taxi y se descubre sonriendo al pensar en él. Es como una canción que uno no puede quitarse de la cabeza. Por mucho que lo intente, la melodía de su encuentro suena sin fin en su cerebro, cada vez más hermosa, como una nana, o un himno, y se le ocurre que nunca se cansará de escucharla.”

Jennifer E. Smith
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“Konrad si que palidecia cada vez que escuchaba musica. Cualquier tipo de musica, incluso la mas popuar, lo tocaba tan de cerca como si le estuvieran tocando el cuerpo de verdad. Palidecia, sus labios temblaban. La musica le decia algo mas que los demas no podian comprender. Probablemente las melodias no le hablasen al intelecto. La disciplina en la que vivia, en la que habia crecido, la disciplina que le habia ayudado a obtener su lugar y su rango en el mundo, la disciplina que el mismo habia elegido de manera voluntaria - como el creyente que escoge por si solo la culpa y el castigo - esa disciplina desaparecia en tales momentos, y su cuerpo tenso y crispado se relajaba. (...) Escuchaba la musica con todo su cuerpo, con una atencion parecida a la que presta un condenado en su celda al ruido de pasos que quizas lleven la noticia de su salvacion. En esos momentos no oia a quienes se dirigian a el. La musica rompia en pedazos el mundo a su alrededor, cambiaba las leyes establecidas de manera artificial durante unos instantes...”

Sándor Márai
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“El catálogo supone la disolución y el rechazo crítico de las reglas básicas, es decir, de los "órdenes", de los a priori, de las frases hechas, de las convenciones de cualquier origen y género. Nace de un acto destructor de la afirmación cultural, que induce a rechazar todo el bagaje de normas y cánones tradicionales, a recomenzar desde la raíz, como si no hubiera existido nunca un sistema lingüístico, como si, por primera vez en la historia, tuviésemos que construir una casa o una ciudad.[...]Catalogar significa sistematizar. Dejan de emplearse las palabras sin antes haber analizado a fondo su contenido. Además, a lo menos en un primer momento, se eliminan los verbos, los nexos, las maneras posibles de construir una frase.”

Bruno Zevi
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“Es inútil. El vacío auténtico, como un blindaje, acoraza su vida. Se detiene junto a una silla, la toma por el respaldar, hace ruido con ella golpeando las patas contra el piso; pero este ruido es insuficiente para desteñir el vacío teñido de gris. Deliberadamente hace pasar ante sus ojos paisajes anteriores, recuerdos, sucesos; pero su deseo no puede engarfiar en ellos, resbalan como los dedos de un hombre extenuado por los golpes de agua, en la superficie de una bola de piedra. Los brazos se le caen a lo largo del cuerpo, la mandíbula se le afloja. Es inútil cuanto haga para sentir remordimiento o para encontrar paz. Igual que las fieras enjauladas, va y viene por su cubil frente a la indestructible reja de su incoherencia. Necesita obrar, mas no sabe en qué dirección. Piensa que si tuviera la suerte de encontrarse en el centro de una rueda formada por hombres desdichados, en el pastizal de una llanura o en el sombrío declive de una montaña, él les contaría su tragedia. Soplaría el vien­to doblando los espinos, pero él hablaría sin reparar en las estrellas que empezaban a ser visibles en lo negro. Está seguro que aquel círculo de vagabundos comprendería su desgracia; pero allí, en el corazón de una ciudad, en una pieza perfectamente cúbica y sometida a disposiciones del digesto municipal, es ab­surdo pensar en una confesión. ¿Y si lo viera a un sacerdote y se confiara a él? Mas, ¿qué puede decirle un señor afeitado, con sotana y un inmenso aburri­miento empotrado en el caletre? Está perdido, ésa es la verdad; perdido para sí mismo.”

Roberto Arlt
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“En el caso de la mayoría de los seres, los contactos más ligeros y superficiales bastan para contentar nuestro deseo, y aún para hartarlo. Si insisten, multiplicándose en torno de una criatura única hasta envolverla por entero; si cada parcela de su cuerpo se llena para nosotros de tantas significaciones trastornadoras como los rasgos de un rostro; si un solo ser, en vez de inspirarnos irritación, placer o hastío, nos hostiga como una música y nos atormenta como un problema; si pasa de la periferia de nuestro universo a su centro, llegando a sernos más indispensables que nuestro propio ser, entonces tiene lugar el asombroso prodigio en el que veo, mas que un simple juego de la carne, una invasión de la carne por el espíritu”

Marguerite Yourcenar
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