“Y así continúo corriendo tras esta vaga sombra, hasta que me conduce al borde del abismo, donde me detengo con espanto.”
“Quiero llegar hasta donde pueda empleando todas mis fuerzas. Tomando lo que quiero, dejando lo que no quiero. Así es como vivo. Si meto la pata, me detengo y lo reconsidero. Si uno le da la vuelta a esta sociedad injusta, entiende que en el mundo puede explotar sus posibilidades. -Nagasawa”
“Podría decirse que las personas van cayendo en silencio, una tras otra, por el borde del mundo que me pertenece. Todas encaminan hacia allí sus pasos y, de repente, desaparecen. Quizás el borde del mundo esté en aquel lugar.”
“Me detengo, tragando aire, mi corazón acelerado al máximo en mis oídos. Me estiro para alcanzar con una mano y toco la pared. Mis dedos se curvan en un puño, pero cae débilmente a mi lado. Y ahí es cuando me doy cuenta de la más importante verdad en mi vida en esta nave. No hay lugar a donde correr.”
“Nunca la conoceré del todo”, pensó, como en una repentina y dolorosa revelación. Estaba ahí, al alcance de su mano y de su boca. En cierto modo estaba sin defensa ¡pero qué lejana, qué inaccesible que estaba! Intuía que grandes abismos la separaban (no solamente el abismo del sueño sino otros) y que para llegar hasta el centro de ella habría que marchar durante jornadas temibles, al borde de volcanes en erupción, entre llamaradas y tinieblas. “Nunca”, pensó, “nunca”. ”Pero me necesita, me ha elegido”, pensó también. De alguna manera lo había buscado y elegido a él, para algo que no alcanzaba comprender. Y le había contado cosas que estaba seguro jamás había contado a nadie, y presentía que le contaría muchas otras, todavía más terribles y hermosas que las que ya le había confesado. Pero también intuía que había otras que nunca, pero nunca le sería dado conocer. Y esas sombras misteriosas e inquietantes ¿no serían las más verdaderas de su alma, las únicas de verdadera importancia?”
“No hay duda de que eres bonita, sin embargo te falta cerebro y valor. No es divertido jugar con un maniquí defectuoso.", fue la sentencia que dictaminó tras finalizar su examen.Sus hirientes comentarios me enfurecían, pero el alivio que sentí cuando al fin se alejo de mí dándome la espalda, me ayudo a contenerme."Pobre colibrí enjaulado", fueron las últimas palabras que pronunció antes de difuminarse con las sombras del largo corredor.(Idril y Rosalie)”