“De los diversos instrumentos inventados por el hombre, el más asombroso es el libro; todos los demás son extensiones de su cuerpo… Sólo el libro es una extensión de la imaginación y la memoria”.”
“De los diversos instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz; luego tenemos el arado y la espada, extensiones de su brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y de la imaginaciónOf all man’s instruments, the most wondrous, no doubt, is the book. The other instruments are extensions of his body. The microscope, the telescope, are extensions of his sight; the telephone is the extension of his voice; then we have the plow and the sword, extensions of the arm. But the book is something else altogether: the book is an extension of memory and imagination.”
“El hijo viejo, el hombre sin historia,El huérfano que pudo ser el muerto,Agota en vano el caserón desierto.(Fue de los dos y es hoy de la memoria.Es de los dos.) Bajo la dura suerteBusca perdido el hombre dolorosoLa voz que fue su voz. Lo milagrosoNo sería más raro que la muerte.Lo acosarán interminablementeLos recuerdos sagrados y trivialesQue son nuestro destino, esas mortalesMemorias vastas como un continente.Dios o Tal Vez o Nadie, yo te pidoSu inagotable imagen, no el olvido.”
“Los espejos y la cópula son abominables, porque multiplican el número de los hombres.”
“Sabemos que el pasado, el presente y el porvenir ya están, minucia por minucia, en la profética mente de Dios, en Su eternidad; lo extraño es que los hombres puedan mirar, indefinidamente, hacia atrás pero no hacia adelante.”
“Filosóficamente, la memoria no es menos prodigiosa que la adivinación del futuro; el día de mañana está más cerca de nosotros que la travesía del Mar Rojo por los hebreos, que, sin embargo, recordamos.”
“Funes discernía continuamente los tranquilos avances de la corrupción, de las caries, de la fatiga. Notaba los progresos de la muerte, de la humedad. Era el solitario y lúcido espectador de un mundo multiforme, instantáneo y casi intolerablemente preciso. Babilonia, Londres y Nueva York han abrumado con feroz esplendor la imaginación de los hombres; nadie, en sus torres populosas o en sus avenidas urgentes, ha sentido el calor y la presión de una realidad tan infatigable como la que día y noche convergía sobre el infeliz Ireneo, en su pobre arrabal sudamericano. Le era muy difícil dormir. Dormir es distraerse del mundo; Funes, de espaldas en el catre, en la sombra, se figuraba cada grieta y cada moldura de las casas precisas que lo rodeaban. (Repito que el menos importante de sus recuerdos era más minucioso y más vivo que nuestra percepción de un goce físico o de un tormento físico.) Hacia el Este, en un trecho no amanzanado, había casas nuevas, desconocidas. Funes las imaginaba negras, compactas, hechas de tiniebla homogénea; en esa dirección volvía la cara para dormir. También solía imaginarse en el fondo del río, mecido y anulado por la corriente.”