“Lo sucesivo del lenguaje indebidamente exagera los hechos que indicamos, ya que cada palabra abarca un lugar en la página y un instante en la mente del lector...”
“Mediante el proceso de trazar símbolos de tinta en una página, enviaba ideas y sentimientos desde su mente a la del lector. Era un proceso mágico, tan ordinario que nadie se detenía a pensarlo. Leer una frase y entenderla era lo mismo; como en el caso de doblar un dedo, nada mediaba entre las dos cosas. No había una pausa durante la cual los símbolos se desenredaban. Veías la palabra castillo y allí estaba, a lo lejos, con bosques que se extienden ante él en pleno verano, con el aire azulado y suave del humo que asciende de la forja de un herrero y un camino empedrado que serpentea hacia la verde sombra...”
“...medité en ese laberinto perdido: lo imaginé inviolado y perfecto en la cumbre secreta de una montaña, lo imaginé borrado por arrozales o debajo del agua, lo imaginé infinito, no ya de quioscos ochavados y de sendas que vuelven, sino de ríos y provincias y reinos... Pensé en un laberinto de laberintos, en un sinuoso laberinto creciente que abarca el pasado y el porvenir y que implicara de algún modo a los astros.”
“Al igual que las nubes que se forman en el cielo permanecen cierto tiempo en él y luego se disuelven en el vacío del espacio, los pensamientos ilusorios surgen, duran un momento y después se desvanecen en la vacuidad de la mente. De hecho no ha pasado realmente nada.”
“Y entonces llega un momento en el que, de repente, todo parece del revés. Vivimos en la mente, en ideas, en fragmentos. Ya no nos embebemos más en la salvaje y lejana música de las calles: solamente recordamos.”
“Ya sabes lo que solía decir tu madre, que cualquier libro es un Buen Libro y que cualquiera que cuida bien de un Buen Libro está en la Casa del Señor.”